El 15 -M sacude el sistema
Ni Ni-Nis, ni violentos, ni ciudadanos solo a golpe de ratón. Jóvenes concienciados con las libertades civiles se levantaron para encabezar una protesta que persigue un gran cambio. Un reportero de EL PAÍS vivió la semana en Sol, el corazón de la #spanishrevolution
Joseba Elola Madrid 22 MAY 2011 - 12:31 CET
Jon Aguirre Such abrazaba con los dientes apretados. No podía contener la emoción, la rabia acumulada, la indignación compartida. Estaba viviendo un sueño. Un sueño que se ha hecho realidad. El sueño de muchos. Este joven de discurso articulado y fluido, estudiante de arquitectura de 26 años, y portavoz de Democracia Real Ya, abrazaba con fuerza y con rabia. Sucedió el martes 17. El
martes mágico. A las ocho de la tarde. En la Puerta del Sol.
Sí, porque el martes apareció la magia de lo espontáneo. El milagro de la comunicación. La potencia de difusión del mensaje a través de las redes sociales. La fuerza de una nueva generación.
El ahogado sentimiento de la indignación reventaba todas las costuras.
Jon ya se había emocionado el domingo, cuando encabezaba la manifestación del 15 de mayo. Al llegar a la altura del Círculo de Bellas Artes, en la madrileña calle de Alcalá, echó la vista atrás: todo lleno de gente hasta Cibeles. "Casi me pongo a llorar. Veía a todo el mundo con cara de ilusión: '¡Es posible!". Jon cuenta su historia con orgullo, con pasión: "Acabamos de escribir Historia. No hay marcha atrás".
Jon Aguirre Such, con su camisa de flores y su americana negra, con su bigote fino y sus impecables botines negros, no obedece al perfil clásico del
antisistema. Como la abrumadora mayoría de los que de modo espontáneo se sumaron a la protesta que fagocitó la campaña y convirtió el
marketing electoral en plástico.
Gente. Mucha gente. Gente colorida. De todos los colores. Así los retrató El Roto, el maestro. Portando una gran bandera blanca: "Los jóvenes salieron a la calle y súbitamente todos los partidos envejecieron...". Difícil expresar más con menos. Difícil sintetizar mejor la lectura del deseo y del sentir del común de los indignados. La viñeta se publicó el miércoles 18 de mayo en EL PAÍS. Al día siguiente del
martes mágico. Los indignados la hicieron suya. Saltó esa misma noche, ampliada, a las farolas de la Puerta del Sol.
¿Quién se lo iba a decir a Carlos, a Carlos III,
El Político, que dirigiría con gesto impasible a las huestes de semejante protesta cívica, a lomos de su caballo, con largas faldas azules y coloridos globos volando? Bajo su egregia estatua se cocinó la revuelta, Acampada Sol, la concentración heredera del 15-M; la que generó movimientos espejo en Barcelona, Valencia y Vigo; en Bruselas, Londres y Nueva York.
Los ojos de jóvenes de todo el mundo mirando a las inusitadas huestes de Don Carlos.
El martes 17 fue mágico. Mágico porque no había nada preparado. Brotó una concentración espontánea, vitaminada por las redes sociales. La manifestación del 15-M, sin embargo, fue el fruto de un concienciado y concienzudo trabajo. Tres meses de preparación. Lo del martes, fue otra cosa. Algo nuevo. Distinto.
Fabio Gándara, la cara más visible de Democracia Real Ya, lo tuvo claro desde el principio, allá por diciembre. En el grupo de Facebook en que empezó a nacer el Movimiento 15-M había prisas por convocar movilizaciones. "Algunos dijimos: 'Vamos a esperar. Organizar una protesta como esta es difícil. La sociedad civil está dormida. Vamos a esperar tres meses, vamos a trabajar".
La sociedad civil ha despertado. O más bien, una parte de esta. Con los más jóvenes al frente. Con los que quieren ser presente y no futuro. Con los millones de desempleados, los parados de larga duración, los hipotecados al borde del desahucio, los que temen la llegada de un nuevo recibo, los afectados por los recortes, los decepcionados por la pobreza del discurso político, los indignados por el
marketing electoral. Una generación muy preparada, crecida a la sombra de
San Google, ha decidido ponerse en marcha.
¿Cómo es posible que se haya producido tan brusco despertar en tan poco tiempo? A ciertos mundos analógicos les cuesta comprender las dinámicas de la Red. La propagación instantánea y viral de mensajes. La realimentación, el efecto de contagio, los efectos multiplicadores. A ciertos mundos analógicos les cuesta entender cómo es posible que funcione una estructura horizontal, sin líderes, sin jerarquías. Donde todos aportan. Donde todos se sienten parte.
Pues, por lo que se ve, funciona.
"Son asambleas de 24 horas al día, siete días a la semana". Así explica el proceso asambleario
on line Olmo Gálvez, uno de los
cracks de las redes sociales de Democracia Real Ya. "La información se va actualizando, las ideas se van sumando, de forma caótica, pero funciona, da resultados. Es como si las redes tuvieran un cerebro propio que piensa. Se hacen propuestas, se llega a un acuerdo y a trabajar". Olmo Gálvez, granadino de 30 años, colaborador de empresas tecnológicas, no había acudido nunca a una manifestación hasta ahora. Estudió en un colegio del Opus. Cursó Ciencias Empresariales en el ICADE. Hoy es parte de Democracia Real Ya, DRY para los amigos, pronunciado a la inglesa. "Nunca entendí lo de salir a la calle solo para el pataleo. Lo importante es que las movilizaciones sean punto de encuentro, conectar con la gente y que de ahí salgan cosas".
Cosas, lo que viene a ser cosas, han salido.
El martes 17 fue mágico. Mágico porque no había nada preparado
"Unos 18 o 20
mataos con un presupuesto de 1.000 euros". Así empezó todo. Con media sonrisa lo cuenta Chema Ruiz, portavoz madrileño de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), comercial, de 47 años. Su organización su sumó a DRY hace dos meses. "Nos encontramos con un movimiento asambleario, sin líderes, a un grupo de gente variopinta, con ilusión por cambiar las cosas". Así arrancaron.
Fabio Gándara, el hombre en el origen de la que se ha montado, abogado de 26 años, arrancó el proyecto de movilización social junto a dos amigos: Eric Pérez y otra persona que prefiere permanecer en el anonimato. A principios de diciembre ya eran unas diez personas con una misma idea. Miraban a Islandia. A una sociedad de sólido recorrido democrático que era capaz de encarcelar a algunos de los responsables de la crisis, de promover reformas constitucionales. "Vimos que la ciudadanía podía cambiar las cosas", cuenta, con la mirada despierta, este joven que vino a Madrid, procedente de Santiago de Compostela, para estudiar Derecho y Ciencias Políticas. Miraron hacia el mundo árabe y observaron cómo sociedades desestructuradas articulaban protestas a través de las redes sociales. Crearon un grupo en Facebook, Juventud en Acción, y un blog.
En enero, ampliaron la base, se abrieron a organizaciones sociales.
Horizontalizaron aún más su propuesta. Crearon un nuevo grupo en Facebook a cuyo bautismo no acudió el espíritu de síntesis: Plataforma de Coordinación de Grupos por la Movilización Ciudadana. Se fueron sumando espontáneos, blogueros, gente del movimiento ciudadano Estado del Malestar, la plataforma No les votes -que preconiza que no se vote a los partidos que apoyaron la
Ley Sinde, PSOE, PP y CiU-... La lista fue creciendo, creciendo, creciendo.
El debate en las redes les llevó a compartir una serie de ideas: indignación, los ciudadanos están siendo olvidados en esta crisis, la perversión del sistema democrático conduce a un modelo bipartidista, los mercados están imponiendo recortes antisociales. ¿Conclusión? "Son dos los principales culpables: los políticos, nuestros supuestos representantes, que actúan en connivencia con los grandes poderes económicos; y los poderes económicos, que mediatizan a los grandes partidos políticos, imponen un marco de desregulación y especulan con los bonos de los países", resume Gándara. Y así se llegó al lema, una de las claves para aunar tantas sensibilidades: "Democracia Real Ya: No somos mercancías en manos de políticos y banqueros".
El lema tardó poco en convertirse en el nombre de la plataforma.
Se creó la web. Se descentralizó el movimiento. La lista de organizaciones que apoyaban la iniciativa iba engordando día a día. Todo se cocía en la Red.
A mediados de marzo se convocaban las primeras asambleas locales. La Casa de Granada fue el lugar en que se celebró la primera reunión en Madrid. "Fueron momentos de mucha ilusión. Era raro verse cara a cara. Todo esto ya se convertía en algo real", relata Gándara. "Comprobamos que éramos gente muy distinta pero que estábamos de acuerdo en lo básico".
El 2 de mayo celebraban una asamblea en el Retiro. Acudían unas 300 personas. Se establecían prioridades, todo aquel que se acercaba podía hablar. "Aquello parecía el
Speaker's corner", recuerda en alusión al célebre espacio londinense para la libre expresión Merche Negro, colaboradora de DRY en temas de comunicación y cabeza de la plataforma audiovisual ciudadana Vudeo.org.
Juventud sin futuro, la Asociación de Desempleados ADESORG, No les votes y la plataforma ATTAC se convertían en motores del movimiento. Intermón Oxfam y blogueros como Enrique Dans también aparecerían en el largo listado de adhesiones. Multitud de webs estampaban su URL en la plataforma de DRY.
A una semana de la manifestación, las vibraciones no podían ser mejores. Las piezas empezaban a cuadrar, milagrosamente, como en un Tetris. Si hacía falta una pancarta, alguien aparecía con ella. Y en eso amaneció el 15 de mayo de 2011, fecha que pasará a la Historia como uno de los grandes éxitos de la movilización ciudadana ajena a partidos políticos y sindicatos. Más de 80.000 indignados tomaban las calles de toda España.
El movimiento se convertía en realidad andando.
Juan Cobo, fotógrafo de 26 años, regresa esa noche a casa con una sonrisa de oreja a oreja. Lo que ha vivido es increíble. Ha escuchado a la gente de Democracia Real Ya y ha reconocido su voz.Cuando llega a casa y oye hablar de los disturbios, tiene un momento de bajón moral. Vaya, una vez más, lo de siempre. Pero no, esto no ha sido lo de siempre. Esto ha sido algo nuevo. Algo distinto.
Son las cuatro de la madrugada. Juan Cobo está tan inquieto que decide volver a la Puerta del Sol a dar las gracias a los que se han quedado ahí a pasar la noche. Gracias por aguantar.
Llega a Sol y hay unas 35 personas. No están durmiendo, se están organizando. Como han venido haciendo todas las noches de esta semana. Trabajando cuando los demás duermen. Debatiendo, acordando, actuando.
No puede apartarse de esto. Nunca ha estado vinculado a movimientos sociales. Pero esto es algo único. Hay diálogo, capacidad de escuchar. No hay líderes, uno se siente parte del proceso. Acampada Sol está naciendo.
Sobre las dos de la madrugada del domingo, esas 35 personas, veinteañeros y treintañeros, deciden que se quedan a dormir en Sol. A las cuatro empiezan a redactar un manifiesto. En la asamblea de las 08.00 queda aprobado.
Democracia Real Ya se echa a un lado. Siguen apoyando lo que allí se empieza a gestar, pero ceden el testigo a los acampados. Juan Cobo es uno de ellos. Será portavoz.
Lunes, cuatro de la tarde, Puerta del Sol. Acaban de montar un pequeño chiringuito, un toldo. Está situado cerca del oso y el madroño, al noreste de la plaza. Se gesta el nacimiento de la
minirrepública de Acampada Sol. Hay revuelo, mucho movimiento: aguas y zumos bajo la minicarpa, documentos que circulan de mano en mano. En la otra punta de la plaza, un candidato del PP suelta su pequeño mitin de campaña, cerca de la calle Preciados, en una carpa de diseño azul que poco tiene que ver con la de los indignados. Apenas una quincena de personas le escuchan. Pareciera que clama en el desierto.
A las ocho de la tarde comienza la asamblea. Hay una centena de personas sentadas en el suelo. Gente de todo pelaje. Mayoritariamente jóvenes. Los hay con polo Ralph Lauren, los hay con camiseta vieja sin mangas, desgarrada. El chico aseado intercambia ideas con el
perroflauta. Dialogando. Son distintos, pero hay algo que les une. Están hartos de esta engañifa, están hartos del guiñol de la política, de los eslóganes facilones, de los imputados en las listas. Coro: "Lo llaman democracia y no lo es".
Discuten sobre la posibilidad de que les desalojen si se quedan a dormir una noche más. Sobre si merece la pena mantener la carpa, que puede ser el motivo por el que les echen. Coro: "No tenemos miedo". Un joven pide el megáfono. "Que no somos
Ni-Nis, que yo tengo dos carreras". Arrancan los aplausos. "Hay acampados en Sevilla y Valencia", se anuncia, "¡hay que aguantar!".
Uno de los organizadores procede a leer el manifiesto que han aprobado. Esta es la mejor manera de saber quiénes son, algo que la gente se ha estado preguntando a lo largo de toda la semana:
"¿Quiénes somos?: Somos personas que hemos venido libre y voluntariamente, que después de la manifestación decidimos reunirnos para seguir reivindicando la dignidad y la conciencia política y social. No representamos a ningún partido ni asociación. Nos une una vocación de cambio. Estamos aquí por dignidad y por solidaridad con los que no pueden estar aquí".
"¿Por qué estamos aquí? Estamos aquí porque queremos una sociedad nueva que dé prioridad a la vida por encima de los intereses económicos y políticos. Abogamos por un cambio en la sociedad y en la conciencia social. Demostrar que la sociedad no se ha dormido y que seguiremos luchando por lo que nos merecemos mediante la vía pacífica. Apoyamos a los compañer@s que detuvieron tras la manifestación, y pedimos su puesta en libertad sin cargos. Lo queremos todo, lo queremos ahora, si estás de acuerdo con nosotros: ¡ÚNETE! Es mejor arriesgar y perder que perder por no haber arriesgado".
La asamblea prorrumpe en gritos de júbilo. Acampada Sol ya se ha unido en torno a este texto. La gente que por allí pasa se queda y escucha. Cada vez se van sumando más miradas, más oídos. Un veterano, que asiste de pie a la asamblea, pide el megáfono. "Amigos, amigas, os quiero felicitar porque estáis haciendo un gran ejercicio de ciudadanía", dice, "el artículo 23 de la Constitución os ampara". Los jóvenes aplauden entusiasmados. El movimiento ya tumba barreras generacionales.
Ha caído la noche y hay unas 400 personas en la Puerta del Sol. Se quedarán a dormir esta noche. De aquí no hay quien les mueva.
Paco López llega con una bolsa grande para pasar la noche en Sol. Tiene 47 años, está en paro. Es oficial marmolista de 2ª, actor, hombre concienciado. En su bolsa: un libro,
Reacciona; dos botellas de agua; una esterilla verde y una almohadilla azul como las de los aviones. Está indignado. "La gente está harta de tanto cinismo, de tanta hipocresía, de tanta manipulación de los políticos. Antes había unos principios. En los políticos había una vocación de servicio, de humildad, no un sistema para generar privilegios. Para esto, ¡restauremos el sistema de marquesados!". Paco se va calentando. Vive con los 426 euros al mes de la prestación por desempleo. "Hay cinco millones de parados. Los mayores de 45 años estamos desahuciados. ¡Las personas están por encima de la rentabilidad de las empresas!".
El lunes se cierra con un dato que es el preludio de lo que se avecina. Hay poca gente en Sol, pero las redes hierven. La etiqueta #spanishrevolution se convierte en el tema del momento en Twitter. Pero no solo en España: #spanishrevolution es
trending topic a nivel mundial.
En la madrugada del lunes al martes se produce la intervención policial. Desalojan a los acampados. Los que allí pasaron la noche denuncian el uso de violencia por parte de los agentes de policía. Aseguran que hubo patadas, puñetazos, porrazos.
Martes, 16.45, Puerta del Sol. Ni rastro de la acampada. Diez camionetas de la Policía se han desplegado en la plaza. Sobre las seis de la tarde, hay unos cien indignados en la plaza, dispersos. Fabio Gándara, cabeza visible de Democracia Real Ya, revisa sus mensajes sentado en el suelo, a la sombra.
La tarde va transcurriendo. Poco a poco, de manera sostenida, la gente se va sumando, sumando, sumando. A las 20.00 de la tarde, la Puerta del Sol está llena. Donde ayer a las ocho había 400, hoy han acudido 6.000. "Parece que va a ser complicado llevar a cabo esta asamblea", dicen con sorna desde megafonía, colocada bajo Carlos III. La euforia se dispara. "Nos quedamos en la plaza, no tenemos casa", dice el coro. "No estamos en Facebook, estamos en la calle". A las 21.29 megafonía proclama: "Tenemos el poder ahora y ¡nos está mirando el mundo!".
El sueño se ha hecho realidad. La #spanishrevolution ha arrancado.
A las 23.30 los voluntarios pegan cartones por los suelos para que todo el mundo que pueda haga noche. Circulan chinos vendiendo cervezas. A la estatua de Carlos II le empiezan a crecer faldones, los toldos azules se despliegan a su alrededor. Hay quien ya se ha traído un sofá.
Megafonía: "Esto no es un botellón, no beban alcohol. No estamos en una fiesta, estamos aquí para reivindicar nuestros derechos". A las 3 de la madrugada se celebra una nueva asamblea.
El miércoles por la mañana la
minirrepública de los indignados funciona a pleno rendimiento. Hay asambleas por todas las esquinas. Los concentrados tapizan la boca del Cercanías con mensajes en folios en blanco. Queda constituido
el mural de las indignaciones.
Mapas colgados en la ciudadela que se va tejiendo indican donde está cada una de las comisiones. Cada una en una de las farolas de la plaza: Alimentación, Acción, Extensión, Coordinación interna, Legal, Cuidados/Limpieza, Infraestructuras (materiales, objetos perdidos), Comunicación. La enfermería está repleta de medicinas, tiritas, remedios varios. Bares y restaurantes de la zona dan cada noche a los acampados todo aquello que les sobra. Al puesto de alimentación llegan amas de casa con el carro de la compra repleto. Un restaurador trae perolas de fabada.
La web tomalaplaza.net recoge todas las plazas de España que se suman a la revuelta. La Red no para de hervir. Se crean nuevos
hashtags, nuevas etiquetas para que la protesta siga viva en Twitter, para seguir siendo tema del momento. Usar un solo
hashtag implica que el algoritmo de los
trending topics se canse de la etiqueta y abra paso a otras nuevas. Los
hashtags de los indignados van mutando: #spanishrevolution, #acampadasol,
#nonosvamos, #yeswecamp, #democraciarealya, #notenemosmiedo, #tomalaplaza, #pijamabloc. Los
hashtag también se descentralizan: #acampadabcn, #acampadavalencia.
La protesta se extiende por toda España. Y por otras ciudades del mundo. Frente a las Embajadas españolas de Londres y Bruselas se concentran jóvenes españoles en apoyo de la #spanishrevolution.
El miércoles, la Junta Electoral Provincial de Madrid prohíbe las concentraciones. Por la tarde, la Policía se hace presente en la plaza. Los agentes cargan las rejas sobres sus camionetas, hacen controles en los accesos revisando mochilas. Pero el movimiento es imparable. Sigue creciendo, desafiando las prohibiciones. Acuden a la cita de las ocho de la tarde cada vez más adultos, mayores, inmigrantes, abueletes. "Que no, que no, que no nos representan", se grita en la plaza. El efecto multiplicador de la protesta no tiene barreras. "Esto no termina con las elecciones", claman.
La lluvia se ceba con la Puerta del Sol esa noche. Pero eso no disuade a los indignados. "¡ Llueva o nieve, aquí nadie se mueve!". Cientos de manifestantes aguantan bajo las improvisadas carpas azules vencidas por el peso del agua. La viñeta de El Roto cuelga de varias farolas de la plaza.
La elaboración de un manifiesto es uno de los escollos que deben resolver los concentrados. En las asambleas es difícil poner de acuerdo a todo el mundo. Se lanzan muchas ideas: reformar la ley electoral para hacerla más proporcional; revisar la financiación de los partidos; redistribuir mediante impuestos más progresivos; establecer la Tasa Tobin sobre movimientos de capitales; listas electorales libres de imputados, listas abiertas; supresión de sueldos vitalicios de los políticos, supresión de la
Ley Sinde, la Ley de Extranjería, del Plan Bolonia. La
minirrepública sigue creciendo y el efecto contagio por toda España cobra fuerza. En Valencia, el número de asistentes se triplica a cada día que pasa. El jueves, a las 19.30, son ya un total de 82 ciudades las que han solicitado un espacio en la página tomalaplaza.net. La prensa internacional mira a España.
The Washington Post coloca las protestas españolas en su portada.
Viernes, 12.25 del mediodía. La
minirrepública es una miniciudad. Se han multiplicado las tiendas de campaña, los sofás. "¿Sabéis dónde queda Respeto?", pregunta un joven en el taller de Artes Gráficas. "No sé, vete a Acción y pregunta".
Los carteles cada vez ofrecen mejor aspecto. Hay un
tupper de plástico repleto de rotuladores para dotar de plasticidad a los mensajes. Las largas faldas azules de Carlos III se siguen extendiendo. Junto al oso y el madroño se ha abierto una tribuna popular.
Son ya 166 las ciudades de todo el mundo que convocan protestas. El número de seguidores del twitter @democraciareal supera, con 40.000 seguidores, la suma de @ppopular y @psoe. En un cartel negro y naranja de Sol, de los que se usan para vender o alquilar pisos, se puede leer: "Se alquila esclavo laboral. 600 euros al mes". Alguien ha borrado el 600 y ha superpuesto un 400.
El viernes por la noche llega el gran momento, el del minuto de silencio para dar paso a la jornada de reflexión. La gente no cabe en Sol, todas las calles que desembocan en la plaza revientan. A las 00.00 se hace el silencio. Más de 25.000 personas, muchas con la boca tapada con precinto, se callan al unísono. Silencio. Se oyen las campanas del reloj de la Puerta del Sol. El minuto no dura un minuto. El grito sale desbocado, antes de tiempo. Las manos se alzan girando las muñecas, es el símbolo de aprobación que se usa en las asambleas. Desconocidos se abrazan, algunos con lágrimas en los ojos. En Valencia, los números de la protesta también se desbocan: más de 10.000 personas en la Plaza del Ayuntamiento.
Cada día más gente, los números se multiplican. Ayer ya eran 300 las peticiones de dominio en tomalaplaza.net. Había 200 abogados apuntados en la Acampada de Sol. Un total de 15 enfermeros. Siete placas solares, 15 ordenadores. Las plazas volvieron a abarrotarse el sábado por la noche. A pesar de la prohibición por la jornada de reflexión. El fenómeno seguía creciendo, sumando a más ciudadanos, imparable.
"Se ha producido una desestructuración muy acelerada de la sociedad", sostiene Miguel Martínez, sociólogo experto en movimientos sociales, profesor de la Universidad Complutense e investigador Ramón y Cajal. "La precariedad ha emanado de las élites políticas, han ido apretando las tuercas cada día más. Los gobiernos han llevado a cabo políticas muy agresivas para la mayoría de la población. El panorama es muy triste. Tenía que surgir una válvula de escape. La gente siente que su vida se volatiliza. Cuando llega la indignación, ya no pueden ir más allá, porque te hacen desaparecer como persona. Si pierdes la dignidad ya solo eres mano de obra".