Sonrisas de Bombay

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Jose Luis Sampedro: Premio Nacional de las Letras

La voz de la alternativa

El Ministerio de Cultura reconoce la "trayectoria humanista" del escritor y economista con el Premio Nacional de las Letras

PEIO H. RIAÑO MADRID 29/11/2011

Nunca ha sabido dónde estaba la tecla de la máquina que multiplicaba el dinero, porque era la misma que la que ponía en marcha la de las injusticias. Ha sido un economista fallido. No ha servido para los intereses, se educó en los valores.
Quizás tenga que ver con la España que le arrebataron y a la que no pudo volver ya más. Por eso dice entender a los más jóvenes que él, los que se movilizan desde el 15 de mayo de 2011 contra la voracidad de un sistema que ultima su macabro proyecto: desprender al pueblo de la soberanía. José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) habla de avance, no de progreso, de libertad y no liberalismo, también de igualdad y de fraternidad. Y todos le entienden. Y le aplauden, aunque les exija que se esfuercen por ejercer su libertad de pensamiento contra el adocenamiento.
Ayer, el Ministerio de Cultura reconocía su trayectoria literaria con el Premio Nacional de las Letras, dotado con 40.000 euros, por ser "uno de los más importantes escritores vivos en lengua castellana, así como una referencia intelectual y moral de primer orden en la España de la segunda mitad del siglo XX", destacó Cultura. Además, el comunicado del premio subrayó los efectos del pensamiento del economista y novelista sobre "la realidad social". "Aboga por una economía más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos", añadía. El propio autor resume la maldad de estos días de la siguiente manera: "Los economistas se dividen en dos: los que hacen más ricos a los ricos y los que hacen menos pobres a los pobres. Buena parte de lo que está pasando hoy tienen la culpa los primeros", dijo en la conferencia que dio hace un mes en la Fundación Juan March, y allí, en el auditorio de un banco, no había una butaca libre, ni espectador que dejara de aplaudir con cada fogonazo de inteligencia.

El rostro de la sabiduría

El último de los humanistas escribe sobre una tabla roída, tan suave como el papel de los periódicos que maneja cada día. A ella se agarra después de leerlos, como un náufrago angustiado por los acontecimientos. Por el aspecto, la tabla ha debido salvar a Sampedro de unas cuantas mareas, aferrado a sus ideas. El autor de Escribir es vivir (2003) es elegante y con el paso de los años, a punto de cumplir los 95, no ha caído en las garras del cinismo, ni ha perdido el sentido del humor. Incluso tiene un aire a Unamuno y Saramago, cualquiera diría que la sabiduría tiende a un rostro. Sin embargo, no podrá deshacerse de una "mancha" en su currículo: casi todos los ministros de Economía de este país han sido alumnos suyos: Boyer, Solchaga, Solbes, Salgado. "Hasta el director de El Corte Inglés", dice Sampedro.


Es un hombre que conoce bien la Administración por dentro. A la edad de 30 años trabajó para un ministro de Comercio, en unas condiciones únicas: aquel cargo quería tenerle tan cerca para consultarle constantemente, que le metió a trabajar en el váter de su despacho. "Era muy amplio", recuerda el maestro.
Por entonces arranca también su carrera como novelista: Congreso de Estocolmo (1952) y El río que nos lleva (1961), dos libros de un autor novicio. Si en la primera dibuja un ambiente cosmopolita, en la segunda acerca su escrito a la novela neorrealista de oficios, al centrarse en el trabajo de los conductores de troncos del río Tajo. El director Antonio del Real popularizó el libro, en 1989. El río que nos lleva es su primer canto público a la vida libre y comprometida.
Ha sido en su tercera madurez cuando ha recobrado el germen de la rebeldía y la intención libertaria, que permanecían latentes y camuflados entre las líneas, escondidas de la censura. Y ha publicado novelas para un cambio de paradigma social, como El mercado y la globalización (2002), Sobre política, mercado y convivencia (2006) y Economía humanista. Algo más que cifras (2009).
Pero la segunda oportunidad de Sampedro, como novelista, llegó en los años ochenta y noventa, momento en el que se recuperó la presencia de creadores que habían quedado al margen en las décadas pasadas, ya fuera por ir a contrapelo de la estética dominante, ya porque vivían lejos de las capitales. Junto a Sampedro se rescató a Antonio Gamoneda, José Antonio Muñoz Rojas, Francisco Pino, Julia Uceda, Juan Iturralde, Ramiro Pinilla o Juan Eduardo Zúñiga. Algunos de ellos fueron barajados por el jurado, ayer, como candidatos al Nacional de las Letras.
De hecho, con la publicación de Octubre, octubre, en 1981, Sampedro protagonizó una de las sorpresas literarias de la década. Es la novela de la transición, de la ansiedad por acabar de una vez con la España secuestrada por el franquismo. El éxito de esta novela se vio prolongado, en 1985, con la salida de La sonrisa etrusca, que junto con La vieja sirena (1990), supuso la oportunidad para recuperar los materiales de los años cincuenta y sesenta que habían caído en el olvido. Él mismo reconoce que como novelista ha escrito "por necesidad". "No sé si bien o mal, pero lo he hecho lo mejor que he podido".

De jesuita a anarquista

Sampedro es un extraordinario caso de la lucha contra el sometimiento al que conduce la ignorancia. A los 9 quería ser jesuita y a los 19 anarquista, de quienes aprendió "un credo imborrable": "Ni Dios, ni amo". Combatió también con el bando rebelde, cuando Santander cayó en sus dominios. "Para falangistas y comunistas fui un peligro fusilable", resume de sí mismo. Aunque la noticia del premio sorprendió a Sampedro camino de La Cala de Mijas, donde pasa los inviernos con su mujer, Olga Lucas, reconoció estar "muy satisfecho y muy contento".


"Sois diferentes por necesidad porque la vida es cambio y evolución. Es importante que en ese cambio no perdáis vuestra personalidad", soltó el pasado octubre en la plaza de Chamberí, donde se celebraba una asamblea del 15-M. También habló de su mayor preocupación: la educación. O, mejor, la falta de educación. "Vivir en paz es un objetivo, pero para eso deben educarnos y estamos haciendo todo lo contrario", explicaba en una entrevista a Público en marzo.
"La solución a largo plazo de todo es la educación, la preparación de los seres humanos. Ahí tendríamos que hacer progreso y desarrollo. Lo primero es que la gente razone y piense por su cuenta. Nos están educando al revés, nos educan para producir y consumir. Nadie nos prepara para ser más humanos, para ser mejores. Dicen que no hay alternativa, ¡cómo que no! Ser mejores en vez de tener más cosas. La alternativa es educar para ser mejores", reconocía, horrorizado con la catástrofe de Fukushima.
¿Cuál es el dibujo del ser humano contemporáneo para Sampedro? Un ser muy poderoso en técnica y muy ignorante en sabiduría, que desconoce cómo gestionar el exceso de ciencia que ha sido capaz de desarrollar, que basa sus relaciones en un afán de superación, incapaz de no matarse entre vecinos. "Nos creemos dioses y hacemos lo que no podemos hacer", resume.

"Europa está reunida"

No se le ha oído jamás legitimar la cultura con bases economicistas. Sampedro no habla del PIB para librar a la cultura de la sospecha del recorte. ¿Por qué? "Porque el PIB no es la medida del bienestar", zanja. Tampoco el bienestar está en la Europa que hemos construido.


Sampedro ha evolucionado hacia el escepticismo, él, que la vio nacer en los años cincuenta. Explica de manera sencilla lo que le pasa a Europa, por qué no atiende: "Europa está reunida". Y más dramático: "Europa está hundida y con ella se hunde el capitalismo. No hace nada de lo que tenía que hacer. Llevan 50 años tratando de ponerse de acuerdo, pero han fracaso. Asistimos a la decadencia de Europa: no se ha unificado, ni se unificará".
También se ha mostrado muy crítico con Rajoy antes de su llegada al Gobierno. En marzo aseguraba que si el PP obtenía la victoria "no se la habrá ganado". "Rajoy jamás ha tenido una sola idea y para una vez que fue al público con un papel apuntado, le hicieron una pregunta pactada y no supo qué contestar. Sería el presidente ideal de Europa, porque entonces Europa no haría absolutamente nada". Pero en aquella entrevista también tuvo palos para el PSOE, de quien dijo que hacía programas de la derecha "en asuntos como la educación", porque era un Gobierno "capitalista que depende de los financieros, como el PP". "La diferencia es que el PP se regodeará apretando los tornillos de la explotación", punto seguido.

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