Sonrisas de Bombay

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Mariano Rajoy orgulloso de ser español (como no)

El patriotismo apesta

Mariano Rajoy, gallego, católico, licenciado en la Universidad de Santiago de Compostela (patrón de España), casado y con dos hijos. Hizo la mili en Valencia y, como indica la afilada pluma de Wikipedia, se infló a limpiar escaleras en la Capitanía General. Lleva 30 años trabajando en la misma empresa (PP) y ha desarrollado un gusto febril por la propiedad (cuatro viviendas, una plaza de garaje y una oficina). Y para poner la guinda, fue elegido presidente el 20N -con todo lo que significa para muchos de sus electores- y jurará como presidente del Gobierno el mismo día que el Gordo de Navidad. ¿Se puede ser más español?

Toda la campaña de Rajoy ha estado extraordinariamente marcada por la exaltación del patriotismo español, con frases tan sesudas como "soy optimista, porque España tiene españoles y eso es una cosa muy seria" . Y eso inquieta. Tanto como que el millar de personas que celebraba la victoria del PP en Génova el día de las elecciones rozara el éxtasis cuando Rajoy expresó su deseo de  recuperar "el orgullo de ser español". Y no es cosa única de la derecha, que por la izquierda también encontramos a personajes como Bono, siempre "español antes que socialista", que declara que ''quisiera que al secretario general de mi partido no le de vergüenza gritar ¡Viva España!''... Pues Manolo Escobar, por ejemplo.

Tirar de patriotismo en época de crisis, anteponiéndolo a otros valores y sugiriendo que es una vía de escape de la crisis que nos asola es muy peligroso. Dicho de otro modo más contundente, el patriotismo apesta. Generar un sentimiento de comunidad sin pensar en las personas que integran esa comunidad, sino en la bandera que ondea por encima de sus cabezas es la mejor semilla del odio, de la xenofobía. Y si además, se impone un contrato de integración y se elimina la regularización de los inmigrantes por arraigo social, tiene el perfecto cóctel molotov que esperan algunos círculos sociales.

Cualquier ecuatoriano, por ejemplo, que haya emigrado a España y se gane la vida honradamente, que contribuya al bienestar de su círculo social más próximo, de su barrio, de su pueblo o su ciudad, vale tanto y contribuye igual -o más- que cualquier españolito de a pie. El patriotismo es la venda con que se ciega a quien no quiere ver. No se engañen. Vivir bajo el yugo de una bandera y sentir la necesidad de ese elemento para generar una identidad grupal nacional es la ilusión óptica de esta sociedad capitalista. Curioso que quienes más apuestan por el patriotismo acostumbran a ser quienes más marcan las diferencias entre los propios españoles, esos a los que se pretende mantener en el mismo redil.

Por este motivo el patriotismo, como apuntaba, apesta. Así las cosas, viva feliz, actúe como decía el maestro Saramago sin hacer nada que pueda avergonzar al niño que fue y preocúpese por contribuir al bienestar de quienes le rodean, sean españoles o no. Que si todos -o la mayoría-, con independencia de nuestro lugar de nacimiento, hacemos lo mismo, todo lo demás vendrá rodado. 

dbnews

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