Este artículo analiza la  situación de la sanidad pública en España y en sus Comunidades Autónomas  (y entre ellas, y muy en especial, Catalunya). El artículo critica los  supuestos sobre los cuales se apoyan las políticas de recortes de gasto  público sanitario, señalando que un objetivo no explicitado de tales  políticas es la privatización de la sanidad pública, lo cual está  afectando negativamente la calidad de la atención en un sistema ya poco  financiado.
 La sanidad pública española es la menos  financiada de la UE-15 (el grupo de países de la Unión Europea que  tienen un desarrollo económico similar al de nuestro país). En 2008  (cuando se inició la crisis), se gastaba sólo un 6,5% del PIB, comparado  con un 7,3% en el promedio de la UE-15. El bajo gasto sanitario en  España explica que tenga también un gasto privado elevado, el más alto  de la UE-15. De todo el gasto sanitario español en 2008, el 71,6% era  público y el 28,4% era privado (el público era el porcentaje más bajo, y  el privado el más elevado de la UE-15). Los recortes en la sanidad  pública conllevarán un incremento notable del peso del sector privado  cuyo tamaño ya es muy elevado.
 Tales datos muestran claramente la  falsedad de la postura sostenida por los economistas y políticos  conservadores y liberales (en realidad, neoliberales) que justifican los  enormes recortes de gasto público sanitario que están ocurriendo en  España y en Cataluña con el argumento de que el sector sanitario público  está hipertrofiado y necesita una reducción para sanearlo. Los datos  señalan lo opuesto. La sanidad pública en España y en sus CCAA está  profundamente subfinanciada.
 En realidad, España se gasta en sanidad  una cantidad menor de lo que debiera gastarse por su nivel de riqueza.  Su PIB per cápita ya es el 94% del PIB per capital promedio de la UE-15.  En cambio, su gasto sanitario público per cápita es sólo el 79,5% del  gasto sanitario público promedio de la UE-15. Si en lugar de 79,5% fuera  el 94%, España se gastaría 13.500 millones de euros más de los que se  gasta. No es, pues, tampoco cierto, que España se gaste demasiado o que  se gaste más de lo que España puede pagar. En realidad, los recursos  existen. Lo que ocurre es que el Estado no los recoge. Y esto es de lo  que no se habla ni en los forums mediáticos ni políticos del país. La  postura, claramente ideológica, surgida del dogma neoliberal, y  reproducida en los medios de mayor difusión, es que la sanidad debe  adelgazarse, añadiéndose además (con cierto cinismo) que se necesita  reducir tal gasto para “salvarla”. Tales recortes están afectando  seriamente la calidad de la atención pública sanitaria, generando una  mayor demanda por la sanidad privada (objetivo clave pero no explícito  en gran parte de estos recortes).
 La presión de los mercados financieros como causa de los recortes de gasto sanitario. La falsedad de este argumento
 Conscientes de la gran impopularidad de  tales recortes, las fuerzas políticas conservadoras y neoliberales que  las están imponiendo, o que las están apoyando desde la oposición, los  justifican con los argumentos de que tienen que realizarse debido a la  presión de los mercados financieros y/o de la Troika (la Comisión  Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional  (FMI) y/o del binomio Merkel-Sarkozy que lidera las propuestas de  austeridad de gasto público social en la Eurozona. Por mucho que parezca  sorprendente, tal aseveración es errónea y, a la luz de los datos  existentes, poco creíble. Un cálculo del tamaño que el Estado (central y  autonómico) quiere ahorrarse con tales recortes nos lleva a una cifra  de alrededor de 6.000 millones de euros. Pero tal reducción del déficit  podría haberse conseguido, no a través de los recortes sanitarios, sino  mediante el aumento de impuestos que afectan primordialmente a las  rentas superiores, tal como el impuesto de patrimonio (2.100 millones),  manteniéndolo en lugar de eliminarlo tal como se ha hecho; el impuesto  de sucesiones (2.552 millones), eliminando su reducción aprobada, por  cierto, por los partidos que están apoyando los recortes; y el impuesto  de las grandes empresas (5.300 millones) que facturan más de 150  millones de euros al año (0,12% de todas las empresas), anulando la  bajada de tales impuestos, también aprobada por tales partidos. El hecho  de que tales alternativas –la subida de impuestos- hubieran recaído  primordialmente en sectores de la población (las clases pudientes), que,  aún cuando sean minoritarios, tienen una enorme influencia política,  habiendo gozado históricamente de grandes privilegios fiscales, explica  que ni siquiera se considere, optando, en cambio, por la reducción del  déficit público del Estado mediante recortes del gasto público social  que financia el Estado del Bienestar utilizado por la mayoría de la  población. Ello señala el poder diferencial que las distintas clases  sociales tienen sobre el aparado del Estado, tanto central como  autonómico.
 Las CCAA no pueden excusar tales  recortes en su teórica imposibilidad para generar recursos. Las CCAA  tienen autoridad fiscal y pueden introducir impuestos. Así, la  Generalitat de Catalunya tiene la potestad para elevar la mayoría de  impuestos, incluyendo el IRPF, el impuesto de sucesiones y donaciones,  impuestos finalistas, impuestos sobre el patrimonio, y tributos sobre el  juego, entre otros, potestad que no ha utilizado para reducir su  déficit. En realidad, todos los recortes del déficit de la Generalitat  se han basado en recortar los gastos públicos sanitarios (entre otros)  sin intentar paliar este efecto, incrementando los impuestos. Ha sido la  región de la UE-15 que ha sido más dura, motivo de orgullo de la opción  gobernante de la Generalitat, según su portavoz parlamentario Oriol  Pujol “En el sur de Europa no hay ninguna institución pública que actúe  como lo estamos haciendo en Cataluña. Lo que estamos haciendo desde  Cataluña es actuar de faro para todo el sur del Mediterráneo, porque no  hay nadie del sur de Europa, ni Grecia, ni Portugal, ni tan siquiera en  España, que se esté comportando con el coraje de CiU”. (El País,  09.11.11). Una situación un tanto semejante se está produciendo en la  comunidad de Madrid.
 Aunque la protesta popular ha sido muy  intensiva, tal propuesta ha tenido poca repercusión en los medios,  incluyendo los medios públicos, siendo un caso claro los medios públicos  de la Generalitat, TV3 y Catalunya Ràdio, donde es frecuente ver  moderadores de tertulias que cobran 900.000 euros al año, defender la  necesidad de que las clases populares se aprieten el cinturón.
 Las causas de la subfinanciación de la sanidad pública y de sus recortes
 Una causa de este bajo gasto público  sanitario es la concentración del poder político y mediático en el 25%  de la población española que se resiste a pagar el mismo nivel de  impuestos que el promedio de la UE-15 y cree erróneamente que no queda  afectada por la pobreza de la sanidad pública al utilizar la privada.  Tal visión, sin embargo, es profundamente errónea. La pobreza de la  pública les afecta, pues en caso de enfermedad crónica y/o grave, la  privada no podrá atenderles y terminarán en la pública. La privada  discriminará a favor de los casos leves. Y de ahí el error de creerse  que no les afecta. Sí lo hace, y mucho.
 La sanidad privada es, en general, mejor  que la pública en aspectos importantes para el usuario, tales como el  confort (una cama por habitación), menor tiempo de espera, y un tiempo  promedio de visita más largo que en la medicina pública. Pero la pública  es mejor que la privada en la calidad del personal profesional y  asistencial, y en la riqueza de la infraestructura técnica, lo cual  explica que en casos que requieran mayor nivel de atención tecnológica,  la privada deriva los pacientes a la pública. En realidad, la evidencia  de que la calidad de la atención sanitaria en las instituciones públicas  o en instituciones sin afán de lucro es mayor que en las instituciones  con afán de lucro (es decir, sociedades limitadas que tienen por  objetivo maximizar los beneficios) es robusta y abrumadora. En el  conflicto calidad de atención versus beneficios, los últimos siempre  ganan. De ahí que la mortalidad sea mayor en estos últimos. Esta  polarización pública/privada por clase social es perjudicial para todas  las clases, incluyendo las pudientes, que creen erróneamente ver  satisfechas sus necesidades en la sanidad privada.
 El error de la polarización social que se reproduce en la dicotomía pública versus privada
 Lo que el país necesita es una sanidad  multiclasista que tenga los atributos de la privada, manteniendo la  calidad de la pública. Pero ello requiere un gasto público mayor,  obtenido de una mayor recaudación de las rentas superiores. En lugar de  seguir este camino, las fuerzas conservadoras y neoliberales están  promoviendo políticas que polarizarán todavía más la sanidad española.  Mediante la desgravación del aseguramiento sanitario privado están  facilitando la privatización de la sanidad y su polarización por clase  social. Esta privatización, sin embargo, no sigue la línea tradicional  de desarrollo de instituciones privadas como alternativa a las públicas.  Hoy, la complejidad y carestía de la medicina no permite establecer  centros de financiación privada que alcancen niveles de alta calidad y  excelencia. De ahí que la vía a seguir por la privada sea el desarrollar  privilegios dentro de la pública. De ello se deduce que se intente dar  autonomía financiera a los centros públicos sanitarios para que estos  contraten con aseguradoras privadas para el goce de privilegios dentro  de la pública. La reciente hospitalización del Monarca hizo visible un  hecho desconocido por la gran mayoría del público: la existencia de  salas privadas en un hospital público, el Clínic, de Barcelona. En tal  hospital público, los pacientes con aseguramiento privado tienen una  cama por habitación y una espera para ser atendidos e intervenidos  quirúrgicamente mucho menor que los pacientes por la vía pública. Esta  es la estrategia neoliberal que se presenta bajo el argumento de que se  necesita dinero, mientras que la alternativa de incrementar los  impuestos ni siquiera es tenida en cuenta.
 El tema central no es copago o no
 Un apunte más. El gran debate en el  sistema sanitario se ha centrado equivocadamente en si hay que tener  copago o no. En realidad, existe ya un copago. Éste no es el tema. La  justificación de que es importante hacer el copago de un euro para  evitar el abuso del sistema no tiene evidencia que apoye tal  argumentación. En primer lugar, pese a que se repite machaconamente que  el ciudadano español abusa del sistema público, los datos no lo  confirman. El indicador de 9 visitas por año (que contrasta con las 6  visitas del promedio de la UE-15) tiene poco valor para demostrar tal  supuesto abuso. En realidad, estas 3 visitas extra son debidas más a la  pobre organización del sistema (las necesidades que los médicos firmen  partes y documentos que en otros países firman personal administrativo) o  a la sub-utilización de la enfermería en España, forzando al médico a  realizar tareas que en otros países hacen otros profesionales. El hecho  de que el médico tenga que ver muchos pacientes no es tampoco un  indicador de tal abuso. Referente a desalentar el supuesto abuso (que no  existe), el euro a abonar tendría muy poco impacto desincentivador y  únicamente podría tenerlo para los sectores de bajos ingresos que son  los que serían más vulnerables a caer enfermos.
 ¿Cuál es el objetivo del copago? Me  parecería lógico que fuera ingresar más dinero al sector sanitario, una  necesidad clara en el subfinanciado sistema sanitario español. Pero ahí  el punto clave es cómo conseguir este dinero y cuánto, temas que no se  discuten. Implementar el copago en el momento del servicio (mientras que  se mantienen unos bajos ingresos al Estado a través de impuestos), es  hacer recaer la carga en los usuarios en lugar de en todos los  ciudadanos. Puesto que las clases populares tienen más posibilidad de  enfermar y utilizar los servicios que las clases pudientes, incrementar  el gasto en los usuarios es aumentar todavía más la regresividad en la  financiación. De ahí que sería mucho más justo (y con mayor capacidad  recaudatoria) que se aumentaran los impuestos, incrementando los  impuestos finalistas y/o creando otros nuevos. Es sorprendente que se  haya tardado tanto en aumentar los impuestos del tabaco y del alcohol.  Pero hay otros impuestos finalistas, como el aprobado en varias  provincias en Canadá, en que todos los ciudadanos pagan según su nivel  de renta a la sanidad; o sancionar las intervenciones sancionables según  su nivel de renta, tal como ocurre en Finlandia, en que las multas de  tráfico se pagan según el nivel de renta, pudiéndose dedicar tales  recursos a la sanidad; o pedir tres euros por cada vuelo que salga de  aeropuertos del país dedicándolo a sanidad, medidas todas ellas que  serían altamente populares. El hecho de que no se discutan y en su lugar  se centre todo el debate en el copago, es comenzar la casa por el  tejado. El mayor incremento de recursos a la sanidad debería proceder de  la vía impositiva, impuestos generales y finalistas. Y sólo cuando se  hubiera alcanzado un nivel mucho mayor, recurrir al copago. Pero hacerlo  al revés, es injusto y una manera de continuar protegiendo a los que no  pagan impuestos suficientemente, recargando en el usuario tal déficit  fiscal. Todo esto los economistas neoliberales –de los cuales hay una  elevada densidad en el área sanitaria- ni siquiera lo entienden y no  quieren considerarlo.
 Por último, la consideración de que hay  que recortar para aumentar la eficiencia del sistema me parece una  incoherencia. Si hay despilfarro en el sistema, debe corregirse. Pero  asumir que este despilfarro es generalizado es reproducir el sesgo anti  público neoliberal que lleva el debate a discusiones talmúdicas,  irrelevantes en lugar de análisis rigurosos y serios basados en  evidencia. No hay –repito, no hay- ninguna evidencia de que el sector  público sea más ineficiente que el privado, o que tenga más despilfarro.  La evidencia existente muestra precisamente lo contrario. Uno de los  sistemas sanitarios más ineficientes es el estadounidense, donde la  mayoría de la financiación es privada. Es el sistema más caro del mundo,  representa ni más ni menos que el 16,7% del PIB norteamericano, y en  cambio el 68% de la población está enormemente insatisfecha. ¿Quieren  aplicar aquel sistema a España? Cuando estuve trabajando en la Casa  Blanca, en el grupo de trabajo liderado por la Sra. Clinton para hacer  la reforma del sistema sanitario, pude ver que EEUU, que tiene algunos  de los centros sanitarios mejores y más importantes del mundo, tiene en  cambio uno de los sistemas sanitarios más ineficientes e  insatisfactorios para la población, mostrando el dicho de Max Webber de  que la totalidad de un sistema no es la mera suma de sus componentes.  Los componentes pueden ser muy buenos y el sistema puede ser muy malo. Y  al revés. De ahí que el problema que tenga España no es del sistema  (como constantemente se señala), sino de su financiación, además de la  necesidad de mejorar sus componentes. Creerse que los recortes mejorarán  la situación es un profundo error. Es el triunfo del dogma y de la fe  sobre la razón y la evidencia.
 La sanidad española es buena (aunque se  exagera la valoración positiva que la población hace de ella). No es  cierto que es la mejor sanidad del mundo. Las encuestas señalan que la  ciudadanía le da un 6,2 en una escala de 0 a 10, lo que quiere decir un  aprobado, no un notable y todavía menos un sobresaliente. Es el servicio  público mejor valorado. Pero ello no es suficiente. Pero la parte donde  está menos valorada por el usuario y el ciudadano, es precisamente en  las partes (tales como tiempo de visita y lista de espera) que puedan  resolverse más rápidamente con la corrección del enorme déficit del  gasto público. Y es en estos sectores donde los recortes están afectando  la calidad más rápidamente. El indicador más importante para medir la  calidad de un sistema sanitario no son los indicadores de mortalidad  (los servicios sanitarios tienen poco que ver con la mortalidad de un  país) sino los indicadores de satisfacción y confort del usuario y del  profesional. Y ahí estamos todavía muy lejos de donde debiéramos estar. Y  las medidas que se están aplicando empeorarán todavía más la situación  actual. Los gobiernos socialistas a nivel de España y el gobierno  tripartito en Catalunya habían incrementado notablemente los recursos  financieros para la sanidad pública, reduciendo el enorme déficit de  gasto público sanitario que tiene España. Los recortes actuales  aumentaran enormemente este déficit, afectando negativamente el  bienestar y calidad de vida de las clases populares de nuestro país,  tanto en España como en Catalunya.
 
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