El pueblo grita, la élite tiembla

Sin embargo, el país no se paralizó. Esa era la gran esperanza del pueblo, de quienes apoyábamos la huelga. Si hubiera que ponerle una calificación, hablaríamos de un notable, pero no de un sobresaliente. En absoluto se puede hablar de "impacto moderado-bajo" como dijo Rajoy ayer. A medida que avanzaba el día cundió un tanto el desanimo -todos tenemos momentos de flaqueza-, pensando que nos llevará mucho más tiempo de lo que creíamos despertar a la sociedad, hacerla pensar, sacarla del actual aletargamiento y desinformación promovida por la élite económica y política que quiere salirse con la suya, con unos Presupuestos Generales que se presentarán hoy y que a buen seguro supondrán nuevos varapalos para el Estado de bienestar.
Y entonces, llegó la tarde. Y España entera se echó a la calle, y pudimos constantar que el notable de la huelga no fue sobresaliente, en gran parte, porque la gente está tan asfixiada que no puede prescindir ni de un sólo día de sueldo... además, claro está, del piquete empresarial, de esas muchísimas empresas que amenazaron a sus empleados con despedirles -gracias a la nueva reforma laboral- si secundaban la huelga.
Esto es sólo el principio. Si Rajoy considera que esto es "moderado-bajo" que se vaya preparando, porque desoir a un pueblo como el que ayer se echó a las calles es sentar las bases para tener otra Grecia en Europa.Y el único culpable será el Gobierno, marioneta de los mercados, de la élite económica y, hasta la fecha y por sus hechos, indigno de la soberanía popular que se le entregó el 20N.
No hablo de violencia como los lamentables hechos registrados ayer en Barcelona -muy puntuales comparados con el resto de las protestas y nada generales como han querido ver algunos periódicos ultraconservadores-, pero sí hablo de un país entero antisistema en un momento donde ser antisistema es el mejor elogio que uno puede recibir.
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