por V. Navarro
El reportaje de EEUU por parte de los  medios de mayor difusión en España es deficiente y, como consecuencia,  la población española está poco o mal informada de lo que ocurre en  aquel país. Un ejemplo de ello son los reportajes del corresponsal de El  País (el rotativo de mayor tiraje en España), Antonio Caño (ver “La  interpretación neoliberal de EEUU que aparece en los medios españoles:  el caso del corresponsal de El País en Washington”, El Viejo Topo,  diciembre de 2011. En uno de los más recientes presentaba al Tea Party  como un movimiento populista anti-establishment -tal como este  movimiento se presenta a sí mismo en los medios-, sin analizar sus  orígenes, su composición y las políticas que lo definen. Contrasta esta  idealización del Tea Party de Antonio Caño con la descripción del  movimiento de los indignados estadounidenses, el Occupy Movement, que es  despectivo, refiriéndose a él como “demagógico” (ver su artículo “Bien  como candidato, peor como Presidente”. 26/01/12)
 Esta deficiente  información, compartida por los mayores rotativos del país, explica que,  incluso grandes sectores de las izquierdas tengan una visión también  errónea del Tea Party y del Occupy Movement, considerándolos a los dos  como movimientos anti-establishment, el primero de derechas, y el  segundo de izquierdas, pero, por lo demás, con características comunes
El Tea Party no es lo que aparenta
El Tea Party no es un movimiento  anti-establishment, sino un defensor acérrimo del establishment del cual  es una criatura. Es un movimiento que tiene características comunes con  el movimiento fascista europeo (ver “El Tea Party ¿es el fascismo  posible en EEUU?”, El Plural, 25/10/10). Su base social no es la clase  trabajadora, sino las clases medias de renta alta que tienen como  objetivo central eliminar los impuestos y el Estado del Bienestar. Según  una encuesta del The New York Times (Primavera 2010), realizada en  colaboración con la cadena de televisión CBS, el 76% de gente miembros y  simpatizantes del Tea Party tenían unos ingresos anuales superiores a  los 50.000 dólares, muy por encima del salario medio de la clase  trabajadora (32.000 dólares). En realidad, un 20% ingresaba más de  100.000 dólares. La mayoría (54%) eran republicanos (el partido de  derechas de EEUU, hoy sostenedor de políticas neoliberales de  ultraderecha) que apoyaban al Presidente Bush y favorecían el sistema  capitalista, eliminando todo tipo de regulación por parte del Estado del  mundo de los negocios, favoreciendo la eliminación de los impuestos y  del Estado del Bienestar.
 Otros estudios han  mostrado también su carácter profundamente racista, hostil hacia los  pobres, defensor de la fuerza militar, ignorante y anti-intelectual. Sus  posturas ideológicas son propias de la ultraderecha. Odian a los  sindicatos (definidos como corruptos por Antonio Caño) (ver su artículo  en El País de fecha 07/10/11) y a los movimientos sociales progresistas.  El Tea Party representa el rol de las fuerzas de choque paramilitar que  intentan romper las protestas sindicales, tal como ocurrió en  Wisconsin, donde el gobernador de tal Estado, perteneciente al Tea  Party, hizo una llamada a los miembros de tal movimiento para que  sustituyeran a la policía (que, como funcionarios públicos, se resistían  a golpear a los otros funcionarios que estaban manifestándose frente a  la oficina del gobernador, y de cuya lealtad dudaba éste) en su intento  de disolver tales manifestaciones que protestaban por los recortes  realizados por el gobierno republicano que él lideraba. Tal  comportamiento es muy semejante al de los grupos fascistas en Europa en  los años treinta cuando el fascismo era el frente de choque frente a los  sindicatos socialistas y comunistas. Tal movimiento está iniciado y  financiado por los hermanos Koch (pertenecientes a una de las grandes  fortunas de EEUU que apoya los movimientos y causas de ultraderecha) y  las compañías de seguro sanitario, temerosas de las propuestas de  reforma del sistema sanitario del Presidente Obama que afectan  negativamente a sus intereses.
 Una de sus mayores  movilizaciones ha sido a fin de evitar que la Administración Obama  elimine las bajadas de impuestos que el Presidente Bush aprobó para las  rentas muy superiores. Considerar este movimiento como  anti-establishment requiere una interpretación excesivamente flexible  del significado de establishment. Son, en realidad, un movimiento  financiado por el capital financiero y que tiene su mayor base social  entre las clases medias de renta alta, temerosas de los movimientos  progresistas.
El Occupy Movement: un movimiento contestatario de amplio apoyo popular
Este movimiento aparece como  consecuencia de la crisis actual que muestra el maridaje existente en el  sistema político estadounidense (definido por Antonio Caño como uno de  los sistemas más democráticos existentes en el mundo) (ver su artículo  “EEUU es probablemente la democracia más perfecta del mundo”. 31.07.11)  entre la clase capitalista –definida en EEUU como la Corporate Class, la  clase de las grandes corporaciones- y la clase política. Surge en Nueva  York, como un movimiento espontáneo que intenta y logra el 17 de  septiembre de 2011–inspirados por el movimiento 15-M en España- ocupar  Zuccotti Park por parte de aproximadamente 2.000 activistas, donde está  ubicado el centro financiero de EEUU, Wall Street. En cuestión de días  ocurren los siguientes hechos: una marcha en el famoso puente que une  Manhattan con Brooklyn (Brooklyn bridge), que se salda con 700  detenciones, y que genera una enorme simpatía popular; y una marcha de  apoyo a los indignados al día siguiente, con 15.000 sindicalistas. El  Presidente de la Federación sindical, AFL-CIO, el Sr. Trumka, declara su  apoyo a los indignados y a su causa. Se genera un movimiento popular  que rodea  la plaza donde estaban acampados los indignados,  estableciendo un cordón de protección frente a la policía, que fuerza al  Ayuntamiento a tener que retirar a la policía. El 15 de octubre se  realiza una gran manifestación liderada por los indignados -y apoyada  por los sindicatos y la gran mayoría de los movimientos sociales  progresistas- que alcanza unas dimensiones que intranquilizan al  establishment de la ciudad. El movimiento se extiende a 32 ciudades en  EEUU. Las encuestas muestran que un porcentaje elevadísimo (54%) de la  población simpatiza con las protestas de los indignados y las posturas  que sostienen, tales como la excesiva concentración de poder económico y  político en EEUU, reflejado en su slogan (somos el 99%, la mayoría de  la población) en contra del 1% (la Corporate Class) que controla y  gobierna el país. Como en España, este movimiento fuerza un cambio en la  cultura y narrativa mediática y política del país, bien reflejada en el  discurso del Presidente Obama en su presentación al Congreso, que  intenta captar el mensaje de protesta y hacérselo suyo (símbolo  inequívoco de oportunismo político), tal como ha ocurrido también en  España, en los círculos dirigentes de las que hasta ahora eran las  izquierdas gobernantes.
 Según una encuesta de  la composición del Occupy Movement  Wall Street, casi la mitad tienen  unos ingresos inferiores al salario medio de la clase trabajadora, un  13% son personas en paro (el promedio en EEUU es un 9%), y la gran  mayoría (70%) no se consideran ni demócratas ni republicanos. Tienen más  tendencia hacia los primeros que hacia los segundos, pero se consideran  independientes. Sentencian que el sistema democrático es profundamente  no democrático. Sus propuestas incluyen, entre otras, la reducción muy  marcada del gasto militar, gravar mucho más de lo que el gobierno  federal, estatal y municipal hacen a las rentas superiores, y muy en  especial al 1% de la población cuyos ingresos anuales son superiores a  la suma de todos los ingresos de más del 50% de las familias  estadounidenses, así como a los directivos de las 100 empresas que  facturan más en EEUU, y cuyos ingresos son 1.723 veces superiores a los  de sus empleados, y un programa masivo de inversiones públicas, como  ocurrió con el New Deal, orientado a crear empleo y la nacionalización o  intervención pública de la banca.
 La gran amenaza para  el establishment es que la ciudadanía simpatiza con su causa. El 79%  considera que las desigualdades son demasiado altas en EEUU, el 68%  considera que los súper ricos y ricos no pagan suficientes impuestos, y  el 86% cree que Wall Street tiene excesiva influencia en Washington.  (“Real Populism vs Fake. Occupy Wall Street is not the Tea Party of the  Left”. Paul Street, Z Magazine. Dec.2011, del cual extraigo gran  cantidad de los datos presentados en este artículo). Según una encuesta  del New York Times / CBS, la mayoría (54%) tiene una opinión “muy  favorable” o “favorable” del movimiento de los indignados. Y el 43%  indica que se identifica completamente con tal movimiento. Y su  popularidad es mucho mayor que la del Tea Party, lo cual es  sorprendente, pues la visibilidad mediática del Tea Party es muy  superior a la del Occupy Movement que, en la medida que ha ido creciendo  (junto con la simpatía popular), ha ido desapareciendo de los medios,  excepto los de izquierda, que existen pero son minoritarios (como  Democracy Now o Msnbc). Y ahí está la gran amenaza que tales movimientos  representan para la estructura de poder existente en EEUU y en la  mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte. Pedir democracia  es el eslogan más amenazante para las elites financieras y económicas  que dominan a los Estados.
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