La acampada del kilómetro cero se levanta después de tres semanas de protestas: aquí desgranamos algunas de sus virtudes y sus defectos
Después de tres semanas de protestas, prohibiciones y unas elecciones autonómicas y municipales de por medio, la asamblea de Sol levanta el campamento. Este es un balance de las conquistas y los fracasos de un movimiento espontáneo y ciudadano.
La trampa de la unanimidad. El sistema asambleario que ha empleado la acampada de Sol desde sus inicios ha intentado darle el poder a “un pueblo soberano”. Pero en muchas ocasiones este sistema ha provocado que la toma de decisiones se convirtiera en un proceso más burocrático que el que critican. La necesidad de unanimidad provocó, por ejemplo, retrasos en cuestiones fundamentales como el momento de levantar el campamento. Otro de los problemas ha sido la continua creación de comisiones, que llevaban a la asamblea general temas muy diversos —de la libertad a la hora de abortar a llevar a los banqueros ante los tribunales—, lo que ha provocado que al Movimiento 15-M se le achaque la falta de concreción.
La revolución será tuiteada. Las nuevas tecnologías, como ya pasó en las revueltas árabes, han sido la herramienta para comunicar las decisiones que tomaba la asamblea. Cada día se han creado diferentes etiquetas bajo las que se aglutinaban los mensajes referentes a la acampada y se invitaba a los interesados a asistir a las diferentes convocatorias de Sol. La actualización en tiempo real ha tenido también sus inconvenientes: los bulos han corrido por la Red sembrando de incertidumbre a los indignados. Varias veces se ha hablado del desalojo de la acampada de Granada, de un muerto en la carga policial de la barcelonesa Plaza de Catalunya e incluso se describió una escena en la que bajaban “lecheras por Carretas”. Bulos que han demostrado que Twitter es una herramienta informativa en tiempo real pero en la que cualquier mensaje puede ser considerado como válido y veraz.
No a la violencia. Desde la constitución de la acampada hasta la protesta del sábado ante el Ayuntamiento de Madrid, uno de los cánticos más repetidos ha sido el de “No a la violencia”. Los organizadores de la acampada de la Puerta del Sol han insistido durante estas tres semanas en que esta es una protesta pacífica, e incluso crearon una comisión de Respeto que garantizase la concordia en el campamento. La policía, instalada ante la sede de la Comunidad en el kilómetro cero, había sido testigo pero no había intervenido hasta el sábado. Los propios indignados se habían ocupado de desmarcarse de cualquier acto violento o peligroso que quisieran relacionar con el 15-M, como cuando algunos de los asistentes a la Puerta del Sol se subieron a los andamios de la plaza la primera semana para colgar enormes pancartas.
Del bloqueo a la rueda de prensa. La relación con los medios ha sido complicada. En cada protesta se han podido oír los cánticos de “televisión manipulación”, y en la biblioteca de la acampada se creó un espacio a modo de hemeroteca con los periódicos del día bajo el cartel de “El rincón de la mentira”. Sin embargo, y a pesar de que a los medios siempre los remitían a los portavoces de la acampada, en la protesta del viernes ante el Ministerio de Trabajo, los 40 asistentes se mostraron cooperantes con la prensa y atendieron a las televisiones y a las radios.
“¡Que no nos representan!”. Un movimiento que no se adhiere a ningún sindicato ni partido —este domingo decían que no negociarán “con autoridad alguna” la instalación del barracón que dejen cuando se desaloje la plaza— y que congrega a ciudadanos de todo tipo. Desde padres de familia que acuden con sus hijos a señoras que se quedan en las asambleas del mediodía tras volver de la compra. Un movimiento que no tiene una edad concreta, como demostró Francisco Román, el militante comunista de San Blas que roza los ochenta y que encandiló a los jóvenes con su discurso revolucionario en la sentada ante el Congreso de los Diputados.
Levantar una ciudad en tres días. La intendencia y la organización que ha permitido que esto dure tres semanas chocan con su definición de “movimiento espontáneo”. En la primera semana sorprendió ver como algunos del movimiento intentaban recoger la basura y barrer una plaza en la que se congregaban 20.000 personas. La acampada es una ciudad a cubierto fragmentada en calles en la que hay una biblioteca, dos puestos de información y una cocina que da de comer cada día a toda la acampada.
La difícil convivencia con los comerciantes. La asamblea comenzó votando las peticiones de los comerciantes de la zona —de las que solo aprobó en un primer momento la retirada de carteles de los escaparates—, pero los negocios de Sol, tras tres semanas de acampada, han acabado por reclamar al Ministerio de Interior el desalojo de la plaza y reclaman 30 millones de euros por las pérdidas.
La trampa de la unanimidad. El sistema asambleario que ha empleado la acampada de Sol desde sus inicios ha intentado darle el poder a “un pueblo soberano”. Pero en muchas ocasiones este sistema ha provocado que la toma de decisiones se convirtiera en un proceso más burocrático que el que critican. La necesidad de unanimidad provocó, por ejemplo, retrasos en cuestiones fundamentales como el momento de levantar el campamento. Otro de los problemas ha sido la continua creación de comisiones, que llevaban a la asamblea general temas muy diversos —de la libertad a la hora de abortar a llevar a los banqueros ante los tribunales—, lo que ha provocado que al Movimiento 15-M se le achaque la falta de concreción.
La revolución será tuiteada. Las nuevas tecnologías, como ya pasó en las revueltas árabes, han sido la herramienta para comunicar las decisiones que tomaba la asamblea. Cada día se han creado diferentes etiquetas bajo las que se aglutinaban los mensajes referentes a la acampada y se invitaba a los interesados a asistir a las diferentes convocatorias de Sol. La actualización en tiempo real ha tenido también sus inconvenientes: los bulos han corrido por la Red sembrando de incertidumbre a los indignados. Varias veces se ha hablado del desalojo de la acampada de Granada, de un muerto en la carga policial de la barcelonesa Plaza de Catalunya e incluso se describió una escena en la que bajaban “lecheras por Carretas”. Bulos que han demostrado que Twitter es una herramienta informativa en tiempo real pero en la que cualquier mensaje puede ser considerado como válido y veraz.
No a la violencia. Desde la constitución de la acampada hasta la protesta del sábado ante el Ayuntamiento de Madrid, uno de los cánticos más repetidos ha sido el de “No a la violencia”. Los organizadores de la acampada de la Puerta del Sol han insistido durante estas tres semanas en que esta es una protesta pacífica, e incluso crearon una comisión de Respeto que garantizase la concordia en el campamento. La policía, instalada ante la sede de la Comunidad en el kilómetro cero, había sido testigo pero no había intervenido hasta el sábado. Los propios indignados se habían ocupado de desmarcarse de cualquier acto violento o peligroso que quisieran relacionar con el 15-M, como cuando algunos de los asistentes a la Puerta del Sol se subieron a los andamios de la plaza la primera semana para colgar enormes pancartas.
Del bloqueo a la rueda de prensa. La relación con los medios ha sido complicada. En cada protesta se han podido oír los cánticos de “televisión manipulación”, y en la biblioteca de la acampada se creó un espacio a modo de hemeroteca con los periódicos del día bajo el cartel de “El rincón de la mentira”. Sin embargo, y a pesar de que a los medios siempre los remitían a los portavoces de la acampada, en la protesta del viernes ante el Ministerio de Trabajo, los 40 asistentes se mostraron cooperantes con la prensa y atendieron a las televisiones y a las radios.
“¡Que no nos representan!”. Un movimiento que no se adhiere a ningún sindicato ni partido —este domingo decían que no negociarán “con autoridad alguna” la instalación del barracón que dejen cuando se desaloje la plaza— y que congrega a ciudadanos de todo tipo. Desde padres de familia que acuden con sus hijos a señoras que se quedan en las asambleas del mediodía tras volver de la compra. Un movimiento que no tiene una edad concreta, como demostró Francisco Román, el militante comunista de San Blas que roza los ochenta y que encandiló a los jóvenes con su discurso revolucionario en la sentada ante el Congreso de los Diputados.
Levantar una ciudad en tres días. La intendencia y la organización que ha permitido que esto dure tres semanas chocan con su definición de “movimiento espontáneo”. En la primera semana sorprendió ver como algunos del movimiento intentaban recoger la basura y barrer una plaza en la que se congregaban 20.000 personas. La acampada es una ciudad a cubierto fragmentada en calles en la que hay una biblioteca, dos puestos de información y una cocina que da de comer cada día a toda la acampada.
La difícil convivencia con los comerciantes. La asamblea comenzó votando las peticiones de los comerciantes de la zona —de las que solo aprobó en un primer momento la retirada de carteles de los escaparates—, pero los negocios de Sol, tras tres semanas de acampada, han acabado por reclamar al Ministerio de Interior el desalojo de la plaza y reclaman 30 millones de euros por las pérdidas.
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