Jueves 9 de febrero de 2012
El peligro del "todos somos culpables"
Cada vez me mosquea más esta frase de que “todos somos culpables de la crisis”. Al principio me parecía que tenía un espíritu positivo de autocrítica por el que la sociedad entera debería mirarse al ombligo y analizar que hemos hecho mal, tanto individual como colectivamente. Me parecía que era el principio necesario para acabar con la costumbre de echar irracionalmente las culpas a otros y así poder entender el cuadro de la crisis en su globalidad.
Sin embargo la frase ha hecho furor entre quienes más tienen que callar y se ha convertido en la manera en que muchos omiten su especial responsabilidad. “No, la culpa es de todos”, “No, es que todos hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades”, frases como estas las dicen personas que se han lucrado especialmente en base a la locura pre-crisis o bien que han tomado decisiones catastróficas para la sociedad. Y en base a ellas, diluyen sus pecados en la generalidad e intentan proyectar sus culpas individuales sobre la colectividad.
He oído estas argumentaciones en algún constructor y algún banquero que en su boca suenan insultantes y son una clara búsqueda de la irresponsabilidad que desean tener por sus acciones durante la burbuja inmobiliaria. Sin embargo cuando exploté fue cuando escuché al president de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra, decir “todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Fabra lo decía para justificar el destructivo despilfarro en grandes eventos y monstruosidades arquitectónicas en el que incurrió la Generalitat valenciana durante los gobiernos de Camps y Zaplana y que ha acabado arruinando esta comunidad.
Al escuchar esto algunos diputados de la oposición le gritaron desde los escaños “nosotros no, nosotros no”, a lo que Fabra respondió, “¿Ven? Ya están negando la evidencia. Así no se pueden arreglar las cosas”. ..¿Pero como que negando la evidencia, tío caradura? O sea, arruinan la comunidad con aeropuertos sin aviones, grandes eventos ruinosos, despilfarrando en faustos populistas, pagando sobrecostes inaceptables por todo, etc. Y luego “la culpa es de todos” y no específicamente de ellos, porque parece ser que si ellos se gastaron lo que no tenían en tonterías fue porque fueron contagiados por el virus del “nuevo rico” que les contagió la ciudadanía.
La destrucción de una comunidad autónoma se compara, por ejemplo, con la decisión del ciudadano que con un sueldo escaso se comprometió con una hipoteca. En el fondo es lo mismo y como es lo mismo a ellos que nadie les diga nada, que no hicieron más que lo mismo que todo el mundo. La responsabilidad política y del gestor público queda así difuminada, y por lo tanto nadie les puede pedir cuentas. Es patético.
Pero no es sólo Fabra. El otro día Rajoy compareció en el congreso por primera vez desde la investidura (parece que le hayan operado a corazón abierto o algo así y no haya podido ir al congreso) y volvió a sacarse de la chistera la misma frase de una manera diferente: “Yo creo que la crisis también es de valores. No se puede ser demasiado ambicioso, ni vivir por encima de las posibilidades”.
Analicemos la frase de Rajoy. No es patética como la de Fabra, es decir no se está cubriendo ante su irresponsabilidad gubernativa, pero sí está afirmando que la culpa de la crisis está generalizada y es de todos, sin establecer niveles de responsabilidad. Su objetivo aquí es justificar los recortes y la política de austeridad en base a que el estado debe gastar lo que ingresa y nunca más. La frase en sí no es incorrecta, pero contextualizada donde está contextualizada es inconveniente que la diga un presidente del gobierno porque:
- Marca los límites de su política de forma muy clara y la convierte en una política reactiva con el objetivo único de cumplir con el déficit. Si bajan los ingresos recortará más o recaudará en base a las cuatro políticas de brocha gorda que maneja sin posibilidad de otra cosa. Y por lo tanto todo es recortable, sin límites ni líneas rojas. Esa es la idea que ha dejado caer.
- No establece niveles de responsabilidad y por lo tanto abdica en la responsabilidad de repartir convenientemente los costes de la crisis. Si la culpa es de todos, toda la sociedad tendrá que pagar de forma más o menos igualitaria independientemente de sus posibilidades y/o responsabilidades.
La responsabilidad es de todos. Bien, puedo aceptar más o menos el concepto general pero para hacerlo voy a ponerle un matiz Orweliano: “Todos son responsables, pero unos son más responsables que otros”, y aquí es donde radica el quid de la cuestión.
Las responsabilidades en la génesis de la crisis no se pueden otorgar a la sociedad como concepto abstracto. Hemos tenido algunos comportamientos como sociedad que han contribuido a esta situación, es verdad, y para simplificar el debate sí podríamos achacarlos a la sociedad o si queréis al tipo de sociedad en la que hemos vivido. Estos “vicios” comunes han sido la aceptación del sobreendeudamiento, el hambre de ladrillo y la frivolidad con la que hemos encarado ciertas decisiones económicas.
Pero eso es una porción del problema que no es la mayor ni la fundamental. Porque la gran responsabilidad, con mayúsculas, la ha tenido una pequeña élite de personas, financieros, políticos y banqueros en su mayoría, que fueron los que organizaron, permitieron, toleraron, legislaron irresponsablemente y se lucraron con toda esta situación de burbuja general en la que vivíamos.
Lo he dicho muchas veces. Entre un mileurista que ha pedido una hipoteca de 300.000 euros y un presidente del consejo de administración de un banco que ha permitido que se concedan decenas de miles de hipotecas en esas condiciones no se puede establecer equiparación alguna. El primero hizo mal, pero su error lo pagarán fundamentalmente él y su familia, sin embargo el banquero ha proyectado su error sobre la sociedad entera. Y además, era al banco a quien correspondía ser el factor limitante de estas locuras, debía ser el que actuase con responsabilidad económica y supiese poner límites (el banco y el legislador, ojo).
Esto hace que los niveles de responsabilidad no se puedan equiparar, y esta realidad convierte frases como las de Fabra o las de Rajoy en una especie de llamamiento al olvido y la extinción de responsabilidades morales.
Y no se trata de meter a banqueros o políticos en la cárcel. Si se encuentran instrumentos legales que se haga como han hecho en Islandia, pero lamentablemente en la inmensa mayoría de casos no los encontraremos. Estos señores han actuado conforme a una legalidad peligrosísima, irresponsable y probablemente inmoral pero legalidad al fin y al cabo, y eso eximirá a la mayoría de responsabilidades penales.
Pero queda la responsabilidad moral. La ex presidenta de la CAM, Dolores Amorós, se aprobó para ella una pensión vitalicia de casi 400.000 euros anuales como regalo por sus destructivos servicios. Lo que hizo fue legal, pues no hay ley que se lo prohibiese, pero es absolutamente inmoral. Es un aprovechamiento ilícito de su posición. Y eso no se puede olvidar, no podemos pasar página sobre lo que ha pasado, sobre quienes se han lucrado, sobre quienes han esquilmado el sistema, sobre quienes permitieron esto.
Tenemos un futuro que construir y se debe hacer mirando hacia delante. Pero de vez en cuando hay que girar la cabeza y ver lo que pasó. Y cuando se pidan esfuerzos generales para aguantar la crisis o para generar un sistema nuevo será legítimo y adecuado que a estas personas se les haga pagar parte importantísima de la reconstrucción de la economía. Sin recurrir a herramientas ni a leyes retroactivas, quienes se han lucrado exageradamente en el periodo anterior deben pagar proporcionalmente a lo que se enriquecieron y quienes han ocupado puestos de máxima responsabilidad en instituciones financieras y políticas no deben volver a ocuparlas.
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