Los colaboradores del fascismo
Artículo publicado por Vicenç Navarro, en el diario digital EL PLURAL, 13 de febrero de 2012
Este artículo subraya las  consecuencias de la Transicion inmodélica de la dictadura a la  democracia que ocurrió en España y que permitió el control por parte de  fuerzas muy conservadoras de los aparatos del Estado incluyendo el  Tribunal Supremo. El vergonzoso caso que concluyó con la expulsión del  juez Garzón por prevaricación es un indicador de ello. 
Cuando volví del exilio me sorprendió  encontrar la enorme complacencia existente en los mayores forums  políticos del establishment español y en la mayoría de sus medios de  mayor difusión, que reproducían la imagen tan extendida de que la  transición de la dictadura a la democracia en España había sido  modélica. Esta percepción estaba ampliamente extendida, no sólo entre  las fuerzas conservadoras, sino también en amplios sectores de las  izquierdas.
Mi lectura de la situación política,  económica y social de nuestro país me llevaba, en cambio, a una  conclusión totalmente diferente, opuesta a la definida como modélica.  Escribí entonces mi libro Bienestar Insuficiente. Democracia Incompleta  .De lo que no se habla en nuestro país., en el que documentaba los  enormes déficits sociales de España, resultado de tener una democracia  enormemente incompleta, consecuencia de una transición inmodélica. Tal  transición se hizo bajo el enorme dominio de las fuerzas ultra  conservadoras, herederas del régimen dictatorial anterior, que  controlaban los aparatos del Estado, así como los poderes financieros  (la banca), empresariales (la gran patronal), ideológicos (la Iglesia) y  represivos (el Ejército, la Policía y la Judicatura), situación que,  treinta y tres años después de terminar la transición, continúa.
Ello explica la baja calidad democrática  de las instituciones llamadas representativas, diseñadas a fin de  minimizar el riesgo de que una movilización popular, a través de las  urnas, pudiera amenazar sus intereses. España es uno de los países de la  UE donde está más limitado el derecho de representación y  participación. El eslogan del movimiento 15-M “no nos representan”,  denunciando al establishment político, refleja bien la situación actual,  donde las instituciones autodefinidas como representativas distan mucho  de representar los intereses de las clases populares, que son la  mayoría de la ciudadanía. El mejor indicador de ello es la enorme  distancia que existe entre los gobernantes y los gobernados, habiéndose  impuesto en los últimos tres años de crisis toda una serie de políticas  públicas que no estaban en los programas electorales de los partidos  gobernantes, y que no gozan de apoyo popular. No ha sido la crisis sino  la respuesta a ella lo que ha mostrado con toda claridad la baja calidad  de las supuestas instituciones representativas. Los innecesarios y  contraproducentes recortes de gasto público, incluyendo el social, han  deteriorado todavía más el subdesarrollado Estado del Bienestar español.  No es sorprendente, pues, que la crítica al establishment político, que  está realizando el movimiento de los indignados, cuente con amplio  apoyo y simpatía entre la mayoría de la ciudadanía española.
En mi libro Bienestar Insuficiente.  Democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país,  documentaba que el dominio de las fuerzas herederas de la dictadura en  el proceso de transición había causado el gran subdesarrollo social de  España. El libro despertó gran hostilidad por parte del establishment  político, incluidos algunos círculos de izquierda, y muy en especial,  entre figuras que habían sido protagonistas de aquella transición (a los  cuales continúo teniendo gran estima), compañeros de la lucha contra la  dictadura en los años cincuenta, sesenta y setenta, que se sintieron  molestos con mi definición de su transición como “inmodélica”. Pero me  parece que, por desgracia, los hechos que han estado ocurriendo muestran  que mi definición de aquella transición era, y continúa siendo,  acertada.
¿Cómo puede ser que más de 120.000 de  nuestros muertos, los muertos que fueron asesinados, debido a su  compromiso con la democracia, por el partido fascista -la Falange- y las  Fuerzas Armadas golpistas, con el apoyo de la Iglesia Católica,  continúen, además de asesinados, desaparecidos, sin que el Estado,  supuestamente democrático, les hayan encontrado, enterrado y  homenajeado, y sin enjuiciar a la vez a sus asesinos y a las autoridades  que les protegieron, de los cuales hay muchas que continúan con vida (y  la lista es larga), encontrándose en los niveles altos del Estado, de  la Iglesia, de las finanzas y de las grandes empresas? Y, ¿cómo puede  ser que nada menos que el Tribunal Supremo, respondiendo a la petición  de la Falange y asociaciones próximas a la Falange, comience esta farsa  que estamos viendo, en una campaña de linchamiento contra el único juez  que intentó corregir esta enorme injusticia?
Todos los indicadores parecen mostrar  que los miembros del Tribunal Supremo o no son conscientes del enorme  desprestigio que están causando o que no les importa tal desprestigio,  pues lo único que desean es impedir que el orden (en realidad desorden)  imperante en España se altere. Es importante observar que el mismo día  que se condenaba al juez Garzón la comisión disciplinaria del Consejo  General del Poder Judicial abría una investigación al juez José Castro  que había osado abrir una investigación del comportamiento poco ejemplar  (para ser amable) del yerno del Rey, Iñaki Urdangarín.
Ante estos hechos, ¿cómo se puede  concluir que la transición fue modélica? Lo único que nos queda a los  ciudadanos de a píe es la protesta, la agitación y la movilización  social. De ahí el enorme valor del movimiento 15-M, que debería contar  no sólo con la simpatía, sino con el apoyo activo de la población, que  estando indignada no sabe qué hacer. Hoy, en España, el que no está  indignado es o bien porque es parte del establishment y por lo tanto,  parte del problema, o es que es una persona incapaz de reaccionar  emotivamente al mundo que le rodea. En España, se tiene que redefinir  todo lo redefinible, incluyendo, por ejemplo, la necesidad de cambiar  toda esta casta judicial de ultra derechas heredadas del régimen  anterior, que continúan dominando nuestro sistema jurídico, uno de los  sectores, junto con las fuerzas armadas, que han cambiado menos desde la  transición. Hay que hacer que los jueces estén al servicio de la  población, siendo ésta la que les elija directamente, como ocurre en  otros países democráticos, rompiendo con un conservadurismo  corporativista claramente antidemocrático. Debieran ser, como los define  la narrativa anglosajona, “civil servants”, es decir, servidores de la  ciudadanía y no, como son ahora, sirvientes del poder.
Para la salud democrática del país es  importante que los jóvenes se rebelen y que sean irreverentes con el  poder, mostrando la enorme falsedad que le sostiene. Nuestros padres  lucharon en condiciones durísimas en contra del golpe militar fascista.  Nuestras generaciones continuamos esa lucha para terminar con la  dictadura y las nuevas generaciones debieran luchar para exigir el pleno  desarrollo democrático que la ciudadanía se merece y todavía no ha  conseguido
 
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