Sonrisas de Bombay

miércoles, 15 de febrero de 2012

Ya está bien de reconocimientos a franquistas

 Nuestra democracia es una trampa para cazar elefantes, Fraga y sus secuaces sabían muy bien lo que hacían, conocían perfectamente el mandato de Lampedusa, es preciso que todo cambie para qu todo siga igual, de modo que se aprestaron a la tarea de confeccionar un texto sagrado y, como tal, intocable en el que se consagrara para siempre un estado de cosas absolutamente abominable, en el que 4 familias, entre ellas, claro, las de ellos, nos gobernaran para siempre: la Constitución.

 La constitución española, no cabe duda de que es una obra maestra, sí, claro, pero de la regresión, por donde quiera que vayas, te coge el toro de la ultraderecha y, al propio tiempo, que te está empitonando te dice pero, coño, qué quiere v., si lo que le estamos haciendo es lo constitucional, lo absolutamente democrático?

 -Sí, oiga, pero es que la puñetera constitución no es más que un trampantojo que ustedes confeccionaron para tenerlo todo atado y bien atado como quería su auténtico mentor, aquél que no estudió Derecho ni politología pero ahora resulta que sabía más que todos ustedes juntos, porque eligió cuidadosamente para cada tarea al hombre prodigiosamente adecuado, y, a la cabeza de todos a Fraga, al gran Fraga, ése que nos acaba de abandonar para siempre, dejándonos inmersos en la mayor orfandad, porque ¿quién nos va a hacer ahora la pirula, las pirules que sean necesarias para que todo quede como está?

 Para mí, Fraga siempre fue un hombre tosco y brutal, pero jodidamente listo, desde el primer instante comprendió que, para sobrevivir, hay que estar al lado de los poderosos y que éstos te protegen hasta la saciedad si tú los obedeces incondicionalmente, de modo que les preguntó: "¿qué queréis?" Y ellos le respondieron: "que todo siga igual por los siglos de los siglos, amén".

Y él, obedientemente, disciplinadamente, con la mano extendida con la palma hacia abajo, se puso a la tarea, miró a su alrededor y vio un conjunto de naciones sedicentemente democráticas regidas  todas por sacrosantas constituciones políticas y dijo: "esto es lo que nos hace falta a nosotros para que seamos iguales que todos ellos y, entonces, convenció a todas las fuerzas políticas, incluso a sus enemigos naturales, los comunistas, de que lo que había que hacer para que, al fin, todos pudiéramos vivir juntos y pacíficamente sobre la jodida piel de toro, era una puñetera constitución, ¿no era eso precisamente lo que tenían todos los otros?

Para unas gentes honradas y constructivas, que querían honestamente salir de los 40 abominables años de piedra, no había otra solución y hasta ese viejo, casi eterno, zorro, Carrillo, aceptó la propuesta que el otro viejo, no tan eterno, a lo que parece, le hacía, al fin y al cabo, para los comunistas, ya era un progreso que no sólo les dejaran andar por España, incluso sin peluca, sino también que les dejaran hablar, hablar, coño, sin estar al día siguiente en la puta cárcel, creo honradamente que no podían hacer otra cosa y se sentaron, ellos, uno sólo, Solé Tura, frente a todos esos otros ladrones de cuerpos que eran los otros padres constituyentes que, encabezados por Fraga, sólo representaban a la peor de las carcundias del mundo, Alianza Popular, todas las fuerzas regresivas del país, convenientemente reunidas bajo la égida del tal Fraga, más la Falange, sí, la Falange, aquel movimiento nazifascista inventado por José Antonio Primo de Rivera, con unas pocas gotas de otro movimiento falsariamente autotitulado Convergencia democrática de Cataluña y el partido socialista que acababa de renunciar a lo único que tenía bueno, el marxismo, porque, si no, no lo dejaban jugar a aquel esplendoroso y prometedor juego de la política nacional.

 De modo que Fraga, el viejo zorro, los sentó a todos alrededor de una mesa y les dijo, "sí, claro, al fin, vamos a ser como todos los demás y vamos a tener una constitución, pero, ojo, una constitución constitucionera, o sea, lo mío, para mí, y lo vuestro también para mí, como decía aquel bueno y viejo león de la fábula, una constitución esencialmente leonina en la que yo tomaré la 1ª parte porque me llamo Fraga, la 2ª, me la daréis a mí porque soy el más fuerte, ahí, lo tenéis, el Ejército, en pleno, está conmigo, la 3ª, porque, como veréis, soy el más listo y la 4ª, ay, la 4ª, el peor de los males le sucederá a aquél que toque siquiera la 4ª".

 De modo que nuestra constitución consagró aquello tan democrático de que al país lo gobernarían aquellos que ganaran unas elecciones mediante voto popular, directo, libre y secreto, pero eso, sí, con unas circunscripciones electorales conformadas de tal manera que, por ejemplo, ese pérfido partido comunista, nunca, nunca nunca, pudiera ganarlas porque cada voto suyo costaría 5 ó 6 veces más que uno de ellos, los buenos desde siempre, los de Fraga, porque era Fraga, a través del Rey y del Ejército el que realmente mandaba y todos los demás, especialmente, aquel comunista que, luego, se hizo socialista para tocar poder, sólo pudieran aplaudir las decisiones que democráticamente, claro está, a partir de entonces, tomara la ultraderecha convenientemente travestida y apoyada por ese falso, más que Judas, partido de izquierda, pero de la izquierda democrática, ojo, que para eso había abjurado del marxismo, los socialistas que, haciendo una buena pinza, como Dios manda, pactaron los artículos necesarios para que nunca, nunca, nunca, cambiara nunca nada en este país porque, todo estaba ya, mediante aquella constitución tan atado y bien atado que para todo, para modificarla, para nombrar a los jueces que la vigilarían, para todo, absolutamente para todo, se necesitaría un número de votos en el puñetero Congreso que no podría alcanzarse nunca, nunca, nunca sin el concurso de las 2 fuerzas que se habían conformado para siempre jamás como mayoritarias: el partido ultradechista de Fraga, llamárase como se llamara y esos jodidos tontos útiles que seguirían llamándose partido socialista y, para que colara mejor, obrero y español.

 Resumiendo: que Fraga, el viejo cocodrilo de la ultraderecha se tragó a todos los ¿incautos? otros padres constituyentes de tal manera que, para reformar o sea, cambiar la constitución, había que contar con su partido, para nombrar a los jueces del tribunal que iba a decidir lo que era constitucional, o sea, democrático, había que contar con su partido de una manera absolutamente decisiva o sea que el Fraga, franquista, que miraba arrobado con ojos de la más auténtica veneración al que fue su mentor, Franco, había cumplido a rajatabla su mandato y todo quedaba por siempre y para siempre, atado y bien atado, como éste le ordenara.

 Y ¿los demás? A joderse, coño,a joderse, malditos esclavos.

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