Nuestra  democracia es una trampa para cazar elefantes, Fraga y sus secuaces  sabían muy bien lo que hacían, conocían perfectamente el mandato de  Lampedusa, es preciso que todo cambie para qu todo siga igual, de modo  que se aprestaron a la tarea de confeccionar un texto sagrado y, como  tal, intocable en el que se consagrara para siempre un estado de cosas  absolutamente abominable, en el que 4 familias, entre ellas, claro, las  de ellos, nos gobernaran para siempre: la Constitución.
 La  constitución española, no cabe duda de que es una obra maestra, sí,  claro, pero de la regresión, por donde quiera que vayas, te coge el toro  de la ultraderecha y, al propio tiempo, que te está empitonando te dice  pero, coño, qué quiere v., si lo que le estamos haciendo es lo  constitucional, lo absolutamente democrático?
 -Sí,  oiga, pero es que la puñetera constitución no es más que un trampantojo  que ustedes confeccionaron para tenerlo todo atado y bien atado como  quería su auténtico mentor, aquél que no estudió Derecho ni politología  pero ahora resulta que sabía más que todos ustedes juntos, porque eligió  cuidadosamente para cada tarea al hombre prodigiosamente adecuado, y, a  la cabeza de todos a Fraga, al gran Fraga, ése que nos acaba de  abandonar para siempre, dejándonos inmersos en la mayor orfandad, porque  ¿quién nos va a hacer ahora la pirula, las pirules que sean necesarias  para que todo quede como está?
 Para  mí, Fraga siempre fue un hombre tosco y brutal, pero jodidamente listo,  desde el primer instante comprendió que, para sobrevivir, hay que estar  al lado de los poderosos y que éstos te protegen hasta la saciedad si  tú los obedeces incondicionalmente, de modo que les preguntó: "¿qué  queréis?" Y ellos le respondieron: "que todo siga igual por los siglos  de los siglos, amén".
Y  él, obedientemente, disciplinadamente, con la mano extendida con la  palma hacia abajo, se puso a la tarea, miró a su alrededor y vio un  conjunto de naciones sedicentemente democráticas regidas  todas por  sacrosantas constituciones políticas y dijo: "esto es lo que nos hace  falta a nosotros para que seamos iguales que todos ellos y, entonces,  convenció a todas las fuerzas políticas, incluso a sus enemigos  naturales, los comunistas, de que lo que había que hacer para que, al  fin, todos pudiéramos vivir juntos y pacíficamente sobre la jodida piel  de toro, era una puñetera constitución, ¿no era eso precisamente lo que  tenían todos los otros?
Para  unas gentes honradas y constructivas, que querían honestamente salir de  los 40 abominables años de piedra, no había otra solución y hasta ese  viejo, casi eterno, zorro, Carrillo, aceptó la propuesta que el otro  viejo, no tan eterno, a lo que parece, le hacía, al fin y al cabo, para  los comunistas, ya era un progreso que no sólo les dejaran andar por  España, incluso sin peluca, sino también que les dejaran hablar, hablar,  coño, sin estar al día siguiente en la puta cárcel, creo honradamente  que no podían hacer otra cosa y se sentaron, ellos, uno sólo, Solé Tura,  frente a todos esos otros ladrones de cuerpos que eran los otros padres  constituyentes que, encabezados por Fraga, sólo representaban a la peor  de las carcundias del mundo, Alianza Popular, todas las fuerzas  regresivas del país, convenientemente reunidas bajo la égida del tal  Fraga, más la Falange, sí, la Falange, aquel movimiento nazifascista  inventado por José Antonio Primo de Rivera, con unas pocas gotas de otro  movimiento falsariamente autotitulado Convergencia democrática de  Cataluña y el partido socialista que acababa de renunciar a lo único que  tenía bueno, el marxismo, porque, si no, no lo dejaban jugar a aquel  esplendoroso y prometedor juego de la política nacional.
 De  modo que Fraga, el viejo zorro, los sentó a todos alrededor de una mesa  y les dijo, "sí, claro, al fin, vamos a ser como todos los demás y  vamos a tener una constitución, pero, ojo, una constitución  constitucionera, o sea, lo mío, para mí, y lo vuestro también para mí,  como decía aquel bueno y viejo león de la fábula, una constitución  esencialmente leonina en la que yo tomaré la 1ª parte porque me llamo  Fraga, la 2ª, me la daréis a mí porque soy el más fuerte, ahí, lo  tenéis, el Ejército, en pleno, está conmigo, la 3ª, porque, como veréis,  soy el más listo y la 4ª, ay, la 4ª, el peor de los males le sucederá a  aquél que toque siquiera la 4ª".
 De  modo que nuestra constitución consagró aquello tan democrático de que  al país lo gobernarían aquellos que ganaran unas elecciones mediante  voto popular, directo, libre y secreto, pero eso, sí, con unas  circunscripciones electorales conformadas de tal manera que, por  ejemplo, ese pérfido partido comunista, nunca, nunca nunca, pudiera  ganarlas porque cada voto suyo costaría 5 ó 6 veces más que uno de  ellos, los buenos desde siempre, los de Fraga, porque era Fraga, a  través del Rey y del Ejército el que realmente mandaba y todos los  demás, especialmente, aquel comunista que, luego, se hizo socialista  para tocar poder, sólo pudieran aplaudir las decisiones que  democráticamente, claro está, a partir de entonces, tomara la  ultraderecha convenientemente travestida y apoyada por ese falso, más  que Judas, partido de izquierda, pero de la izquierda democrática, ojo,  que para eso había abjurado del marxismo, los socialistas que, haciendo  una buena pinza, como Dios manda, pactaron los artículos necesarios para  que nunca, nunca, nunca, cambiara nunca nada en este país porque, todo  estaba ya, mediante aquella constitución tan atado y bien atado que para  todo, para modificarla, para nombrar a los jueces que la vigilarían,  para todo, absolutamente para todo, se necesitaría un número de votos en  el puñetero Congreso que no podría alcanzarse nunca, nunca, nunca sin  el concurso de las 2 fuerzas que se habían conformado para siempre jamás  como mayoritarias: el partido ultradechista de Fraga, llamárase como se  llamara y esos jodidos tontos útiles que seguirían llamándose partido  socialista y, para que colara mejor, obrero y español.
 Resumiendo:  que Fraga, el viejo cocodrilo de la ultraderecha se tragó a todos los  ¿incautos? otros padres constituyentes de tal manera que, para reformar o  sea, cambiar la constitución, había que contar con su partido, para  nombrar a los jueces del tribunal que iba a decidir lo que era  constitucional, o sea, democrático, había que contar con su partido de  una manera absolutamente decisiva o sea que el Fraga, franquista, que  miraba arrobado con ojos de la más auténtica veneración al que fue su  mentor, Franco, había cumplido a rajatabla su mandato y todo quedaba por  siempre y para siempre, atado y bien atado, como éste le ordenara.
 Y ¿los demás? A joderse, coño,a joderse, malditos esclavos.
 
 
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