Faltan  unos meses para que todos los españoles nos enfrentemos a una situación  que marcará nuestro porvenir no sabemos para cuanto tiempo.
Estamos,  pues, frente a un momento de los que podemos llamar decisivos puesto de  lo que hagamos depende el futuro, quizá, no sólo de nosotros mismos  sino también de nuestros hijos.
Y  frente a esta situación, todo el mundo incluso lo más granado de la  intelectualidad adopta una postura que a mí, por lo menos, se me antoja  increíble.
Porque se plantean el problema como si éste tuviera más alternativas de las que realmente ofrece.
La  situación de la sociedad no admite ninguna clase de evasivas ni de  juegos de palabras, ninguna clase de artificios: hay 5 millones de  parados o sea de personas que se hallan en una situación que todos  calificamos de insostenible pero que no se soluciona con esa mera  calificación porque la miseria y la desesperanza no se pueden solucionar  con palabras.
Y el número de esos muertos en vida crece cada día sin que ni siquiera se vislumbre en el horizonte la menor esperanza.
Esto  es lo que se halla en el fondo de la situación, lo que podriamos l  lamar el problema desnudo, el problema inapazable, la bomba de  relojrería que puede explotar y acabar otra vez con todo .
Y  en cuanto a las soluciones, no vale plantearse fórmulas milagrosas que  aporten, de repente, algo que lo resuelva todo por arte de magia.
Para  resolver el problema, para desgracia de todos nosotros, no podemos  hacer otra cosa que dentro de unos pocos meses elegir entre PP o PSOE.
Yo  también lo sé, se trata de elegir entre dos soluciones calamitosas, a  mi tampoco me gusta esta horrible disyuntiva, pero es lo que hay, no  hay, no puede haber otra cosa, de modo que no tenemos más remedio que  jugar esta terrible partida, sabiendo que, en contra de lo que se dice,  no es lo mismo que gane el PP que si lo hace el PSOE.
Ésta  es una de las más grandes falacias. El Psoe es una derecha claudicante y  enferma que se bate en retirada en todos los ámbitos internacionales,  que se ha dejado derrotar por pura cobardía, sin plantar siquiera cara  ante una ultraderecha prepotente que lo tenía todo a su favor y que, por  eso, presionaba en todos los órdenes incluso en el científico  preconizando que fuera del puñetero liberalismo no hay ninguna  posibillidad de salvación. 
Pero,  en el fondo del Psoe, yace todavía su remembranza de un marxismo  latente, de una concepción del mundo y de la vida en la que el hombre no  es ese feroz lobo para el hombre que propugna la ideología liberalista,  en la que todos luchan contra todos a ver quién gana más, a ver quién  es el que se hace en cada caso con la parte del león, expulsando a las  tinieblas exteriores a los miserables, en este caso a esos 5 millones de  parados que aumentan cada día.
Y  en el PP también todos sabemos lo que hay: una ideología que trata de  refufiarse bajo la expresión de que sólo es simplemente conservadora  pero que, en realidad, es expoliadora de toda la riqueza del mundo, a la  quiere sólo para sí en exclusiva, de tal modo que el sólo pensamiento  de renunciar siquiera a esas migajas que indefectiblemente se producen  en su opiparo banquete, le revuelve las tripas de modo que está  dispuesta a luchar tanto y como sea para evitar que dichas migajas vayan  a parar a las bocas hambrientas de esos millones de desheredados que  cada vez más se entienden por el mundo.
Y  sobre/a la mesa verde en la que, en nuestro país, hoy se juega la  partida, para desgracia de todos nosotros, sólo pueden tener acceso en  este concreto momento histórico, dos jugadores, PP y PSOE.
Entonces,  es estúpido, es irracional, contraría a todas las leyes de la lógica  que nos empeñemos en no aceptar la situación, con todas sus  inmodificables características: en las proxímas elecciones generales, en  las que se va a decidir nuestro futuro por un tiempo que no sabemos  cuánto es pero que incluso podría ser eterno, se va a jugar toda nuestra  cochina vida, sin ninguna clase de exageración, de modo que no valen  ninguna clase de evasivas ni juegos artificiosos de palabras, no hay más  redaños que participar en el juego si no queremos que nuestra actitud  sea esencialmente suicida.
Y  que nadie sea tan estúpido para decir “vaya, ya tenemos aquí al  consabido profeta que nos amenaza con todas las tragedias del peor de  los infiernos si votamos PP, otra vez más, la amenaza del doberman”.
No,  coño, no. No es ninguna amenaza, ni ningún doberman: tenemos ahí, ante  nuestras narices, lo que está ocurriendo ya en todos esos sitios en los  que la ultraderecha, PP o Ciu, ha ganado las elecciones locales: están  echando a la gente a la puta calle, están cerrando los centros de salud a  mansalva, están privatizando todo lo que pueden por ahora, porque cada  empleado, cada trabajador que echan a la calle es un ingreso más para  sus empresas, coño, cada centro de salud que cierran son un montón de  enfermos que tiene que acudir a sus privados hospitales, y lo mismos  ocurre y ocurrirá con sus escuelas y colegios, con sus universidades,  que todo quedará sólo al alcance de ellos, de modo que todos los demás  seremos excluidos, marginados, expulsados a las terribles tiniebas  exteriores y lo tendremos merecido por haber escuchado sus cantos de  sirena, esos que dicen: PP o PSOE, ¿qué más da, si los 2 son iguales?