Robert Zoellick, alertó hoy que 44 millones de personas han caído en la pobreza desde junio del 2010 debido al incremento del 36 por ciento en los precios de los alimentos en el último año.
El presidente del Banco Mundial destacó en su informe “Monitor de Precios de Alimentos”, divulgado hoy, que el encarecimiento de los alimentos obedece en parte a la escalada de los combustibles a raíz de las recientes revueltas en Oriente Medio y el Norte de Africa.
El informe recuerda que los precios del petróleo han subido un 21 por ciento en el primer trimestre de este año por la inestabilidad en Oriente Medio.
“Los elevados precios de los alimentos son la mayor amenaza para los pobres”, afirmó en rueda de prensa Zoellick, quien destacó que los precios se encuentran próximos a los niveles del 2008 cuando la carestía de la comida provocó revueltas en muchos países pobres.
Según el organismo, una subida del 10 % en los precios globales podría hacer que otros 10 millones de personas caigan por debajo de la línea de la pobreza extrema, en la que se encuentran las personas con ingresos de menos de 1,25 dólares diarios.
El BM estima que hay unos 1.200 millones de personas en el mundo por debajo de la línea de la pobreza.
Entre los alimentos que más han subido están el maíz, con un incremento del 74 % en el último año, el trigo, que se ha encarecido un 69 %, la soja, que es un 36 % más cara y el azúcar, un 21 %.
El Banco Mundial señala que, además, de las revueltas en Oriente Medio, los precios también se han encarecido por efectos meteorológicos adversos en importantes exportadores de granos, restricciones a las exportaciones, el creciente uso de biocombustibles y las bajas reservas globales de alimentos.
El “Monitor de Precios de Alimentos” advierte que los países más pobres son los que han experimentado una mayor inflación alimentaria que las economías más avanzadas.
En Kirguizistán, donde el 10 por ciento de los habitantes más pobres destina el 73 por ciento de su presupuesto a la comida, la inflación alimentaria fue del 27 por ciento en el 2010.
A raíz de eso, la cifra de pobres podría subir en once puntos porcentuales, advirtió el BM.
El organismo señaló que entre las medidas que podrían ponerse en marcha para reducir el impacto de los elevados precios de los alimentos están los programas de nutrición para los más pobres y la eliminación de las restricciones a las exportaciones.
Entre las sugerencias del BM está también la de mejorar la capacidad del país para gestionar la volatilidad de precios mediante instrumentos financieros, el mejorar la predicción meteorológica, más inversiones en agricultura y el uso de nuevas tecnologías para fortificar el arroz y hacerlo más nutritivo. EFE
Robert Zoellick, alertó hoy que 44 millones de personas han caído en la pobreza desde junio del 2010 debido al incremento del 36 por ciento en los precios de los alimentos en el último año.
El presidente del Banco Mundial destacó en su informe “Monitor de Precios de Alimentos”, divulgado hoy, que el encarecimiento de los alimentos obedece en parte a la escalada de los combustibles a raíz de las recientes revueltas en Oriente Medio y el Norte de Africa.
El informe recuerda que los precios del petróleo han subido un 21 por ciento en el primer trimestre de este año por la inestabilidad en Oriente Medio.
“Los elevados precios de los alimentos son la mayor amenaza para los pobres”, afirmó en rueda de prensa Zoellick, quien destacó que los precios se encuentran próximos a los niveles del 2008 cuando la carestía de la comida provocó revueltas en muchos países pobres.
Según el organismo, una subida del 10 % en los precios globales podría hacer que otros 10 millones de personas caigan por debajo de la línea de la pobreza extrema, en la que se encuentran las personas con ingresos de menos de 1,25 dólares diarios.
El BM estima que hay unos 1.200 millones de personas en el mundo por debajo de la línea de la pobreza.
Entre los alimentos que más han subido están el maíz, con un incremento del 74 % en el último año, el trigo, que se ha encarecido un 69 %, la soja, que es un 36 % más cara y el azúcar, un 21 %.
El Banco Mundial señala que, además, de las revueltas en Oriente Medio, los precios también se han encarecido por efectos meteorológicos adversos en importantes exportadores de granos, restricciones a las exportaciones, el creciente uso de biocombustibles y las bajas reservas globales de alimentos.
El “Monitor de Precios de Alimentos” advierte que los países más pobres son los que han experimentado una mayor inflación alimentaria que las economías más avanzadas.
En Kirguizistán, donde el 10 por ciento de los habitantes más pobres destina el 73 por ciento de su presupuesto a la comida, la inflación alimentaria fue del 27 por ciento en el 2010.
A raíz de eso, la cifra de pobres podría subir en once puntos porcentuales, advirtió el BM.
El organismo señaló que entre las medidas que podrían ponerse en marcha para reducir el impacto de los elevados precios de los alimentos están los programas de nutrición para los más pobres y la eliminación de las restricciones a las exportaciones.
Entre las sugerencias del BM está también la de mejorar la capacidad del país para gestionar la volatilidad de precios mediante instrumentos financieros, el mejorar la predicción meteorológica, más inversiones en agricultura y el uso de nuevas tecnologías para fortificar el arroz y hacerlo más nutritivo. EFE
http://ricos-y-pobres.blogspot.com/
Vicente Romero
Las crisis de Libia y Japón eclipsan en los medios de comunicación a otra crisis crónica aún más grave: el hambre.
Todas las semanas alguna organización humanitaria lanza un grito de alarma, un informe angustiado sobre la situación de extrema carencia de alimentos que sufre alguna nación empobrecida. Pero raramente aparecen reflejados en los periódicos y en los telediarios.
El hambre es una noticia devaluada por repetida. E incómoda por desesperanzadora.
Días atrás el UNICEF denunciaba que 300.000 niños padecen los efectos de la subalimentación en Sierra Leona. Las alarmantes cifras que ofrecía justificarían una movilización internacional: un tercio de los niños de ese país tan castigado por la guerra pasa hambre, el 10 por 100 no alcanza el peso que le correspondería, el 7 por 100 acusa desnutrición aguda. Sin embargo, la noticia a penas tuvo eco.
Sierra Leona tiene el índice de mortandad infantil más alto del mundo. Una estadística digna de atención, aunque tan discutible como todas las que se elaboran en países sin estructuras estatales. Nadie cuenta los muertos. Nadie nos cuenta, tampoco, por qué mueren. Son datos recurrentes, desagradables, inútiles, desechados en el mercadeo diario de las informaciones. Parece que los periodistas aceptemos ese horror como algo consustancial al orden económico mundial, sin darnos cuenta de que nuestro silencio nos hace cómplices de una injusticia intolerable, de un crimen masivo.
Sin que provoquemos un escándalo informativo no se moverá ningún gobierno del mundo enriquecido. Y esos 300.000 niños de Sierra Leona agonizarán, faltos de la alimentación precisa, morirán o sobrevivirán con serias limitaciones en su desarrollo. Pero sin que nadie lo sepa. El hambre es un secreto bien guardado.
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