Zapatero, quién es en realidad? quién está detrás de ese pelele?
Dar miedo
Ángeles Caso
En 1910, el viejo emperador Francisco José inauguró el nuevo Ministerio de la Guerra vienés, sobre el que se alza una inmensa y espantosa doble águila apoyada en un montón de armas. Estremece pensar que los invitados al acto levantaron sus copas aquel día para brindar bajo el amenazador símbolo, y que tan sólo cuatro años después estallaba la Gran Guerra. Algo parecido produce la visión de la alegría con que la ministra de Defensa anunció ayer que Zapatero daría “una buena noticia” por la tarde. A saber, nuestra plena adhesión al escudo antimisiles de la OTAN.
Por lo que se ve, en este país, gobierne quien gobierne, nos gusta adherirnos a todo lo que signifique participar en proyectos militares internacionales. En fin, imagino que, ya que no lo conseguimos con productividad, empleo, educación, política social y tantas otras cosas, esta es una manera de darnos caché. Aunque sea la menos bonita. Lo cierto es que en los Presupuestos de este año, la partida de gastos militares fue una de las que menos recortes sufrió: el 7% frente a más del 8% de sanidad, educación o servicios sociales.
Mientras nos cierran quirófanos, los grandes proyectos de nuevas armas –aviones de combate y de transporte, helicópteros, fragatas o blindados– siguen, que yo sepa, en marcha, sin que ninguno haya sido suspendido por la crisis. Por cierto, ¿saben ustedes que con lo que cuesta un helicóptero Tigre se podría atender durante un año a 30.000 personas en necesidad extrema? Qué quieren que les diga. Imagino que, como Francisco José, nuestros gobernantes sienten que vivimos rodeados de enemigos, y que conviene darles miedo. ¡Ay!
Hace diez años, cuando Aznar apoyó el escudo antimisiles que comenzaba a impulsar EEUU, Zapatero, entonces líder de la oposición, exigió un debate público sobre la política de defensa. Ayer, Zapatero anunció por sorpresa en la sede de la OTAN –no en el Parlamento español– la cesión de la base de Rota para el proyecto militar, tras varios meses de negociaciones secretas de las que, dijo, mantuvo informado a Rajoy. Ciertamente, el escudo antimisiles al que se suma ahora España es más moderado que el que promovía Bush: en 2009, Obama redujo su alcance y consiguió vencer así las reticencias de varios países europeos y de Rusia, que consideraban muy agresiva la primera versión. Pero esta circunstancia no puede servir de excusa para que una decisión tan sensible se despache sin debate público. Zapatero destacó ayer el carácter “defensivo” del escudo y el impacto positivo que tendrá en la economía de la Bahía de Cádiz. Incluso siendo así, el presidente haría bien en explicar su decisión. Muchas personas seguramente no compartirán la necesidad de este proyecto. Otras pondrán el énfasis en la inoportunidad del anuncio de ayer, por considerar que, en estos momentos de crisis, lo que espera la sociedad no es protección contra hipotéticos ataques con misiles desde Irán o Corea del Norte, sino que se depuren responsabilidades de la catástrofe financiera y surjan propuestas para avanzar hacia un mundo más equilibrado y justo. Y hay quienes no comprenderán la conveniencia de unos mensajes de encastillamiento defensivo cuando el Magreb está en plena ebullición contra sus dictaduras. Todas merecen explicaciones.
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