Sonrisas de Bombay

jueves, 22 de septiembre de 2011

La mala educación

La mala educación
Jueves, 15 septiembre 2011

Pancarta exhibida en la marcha celebrada ayer, en Madrid, contra los recortes en la enseñanza. / Fernando Alvarado (Efe)
El Papa confiaba en que durante su visita a Madrid el pasado mes de agosto “se cosechasen abundantes frutos para la vida cristiana”. Sólo han pasado unas semanas desde la orgía católica que supuso la Jornada Mundial de la Juventud y los deseos del visionario Benedicto ya se han hecho realidad: en la clase de mi hija, en un colegio de Talavera de la Reina, de los 25 alumnos sólo cuatro van a clase de religión. ¡Este Papa mola, se merece una ola!
O una celda: Víctimas de abusos piden que la Corte Penal Internacional juzgue al Papa. A nivel cotidiano, ignorar la religión católica, dejar que prosiga su suicida proceso de fosilización hasta extinguirse definitivamente, puede ser una decisión tan sabia como poco civilizada y poco traumática. Muchas familias, muchos colegios y buena parte de la sociedad, ya la han tomado. Lamentablemente, esta política no funciona tan eficazmente con otros problemas. La mala educación.
Ángel Gabilondo, ministro de Educación, aparece en “Los desayunos…” (TVE) como un hombre tranquilo, tanto que en demasiados momentos más bien parece un hombre cansado. “No me siento defraudado por la política”, asegura, pero lo cierto es que parece profundamente defraudado por la política. Concretamente por la de unas Comunidades Autónomas que anuncian duros recortes en el sistema educativo. No saben que lo caro no es la educación, lo caro es la ignorancia. Y le recuerdo que este curso habrá 165.154 alumnos más que el anterior, y 15.000 profesores menos.

La ignorancia es la consecuencia de una mala educación. Y detrás de la ignorancia está todo lo malo. Todo. Desde la telebasura al toro de Tordesillas. Desde la corrupción a la nefasta  gestión política. Desde la guerra y el hambre al terrorismo. Desde los malos tratos a los abusos.
Si consentimos una peor educación, si aceptamos que nuestros hijos sean más ignorantes, peores, estaremos despreciando el futuro, sembrando hambre, guerra, corrupción, mala gestión política, telebasura, toros de Tordesillas, malos tratos, abusos…

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