Batalla campal en Londres 
Nueva jornada de batalla campal en Londres,  que no sólo se ha extendido a más municipios de la ciudad sino que ha  saltado a otras como Birmingham, Leeds o Liverpool. A medianoche,  Scotland Yard infomaba de de cómo cerca de 300 personas organizaban  barricadas y lanzaban cócteles molotov en Hackney, uno de los puntos de  mayor tasa de criminalidad de Londres. No era el único municipio: se  sumaban Newham, Peckham, Lewisham, Clapham, Ealing o Bethnal Green donde  los saqueos a cadenas como los supermercados Tesco se generalizaban.  Sobrecogedoras las imágenes aéreas que sobre las 21:30 de la noche -hora  inglesa-, emitía la BBC de Croydon, con un almacén de muebles envuelto  en llamas, liderando al menos otros tres focos de incendios en otros  puntos, incluidos apartamentos. A esa misma hora, en Tottenham, se  disponía a demoler el edificio que la noche anterior había sido  abrasado.
La gestión política de estas revueltas ha sido, sencillamente,  lamentable. Cuando arrancaron, ya no es que David Cameron no suspendiera  sus vacaciones en un principio, es que ni siquiera lo hicieron el  alcalde de Londres Boris Jonhson o la ministra del Interior, Theresa  May. Les ha hecho falta más de 200 detenidos y el arranque de una  tercera jornada -la de ayer- para regresar al país. Esa pésima gestión  ha incrementado el descontento social de las zonas afectadas, que si en  su mayor parte ya son suburbios que se consideran discriminados, ahora  han visto cómo sus conflictos se tratan, en cierto modo, como 'asuntos  de segunda'. 
Pero, ¿qué está sucediendo en Londres exactamente? Es difícil de  entender, porque no se trata de una protestas de indignados sin más. De  hecho, el Movimiento del 15M no debería ni apoyar y mucho menos tomar el  modelo de las revueltas británicas. A pesar de que los recortes  sociales han golpeado directamente en la clase obrera y que recortes en  ayudas como las de vivienda están fomentando que en el centro de Londres  sólo viva una élite y se generan auténticos guetos en la periferia, la  violencia de los altercados parece esconder algo más. 
Políticos y fuerzas del orden no ven más allá de la codicia de unos  jóvenes cuyo principal motivo son los saqueos. Otro grave error, obviar  el trasfondo social que indudablemente también hay. Pero la violencia se  ha recrudecido, incendiando, incluso, bloques de apartamentos, lo que  desde luego no parece conformar parte de una revuelta social, pues está  dejando en la calle a los suyos. Se habla de bandes criminales -en  Londres están especialmente extendidas- que coordinan sus acciones a  través de SMS, Blackberry Messenger y Twitter, desbordando literalmente a  la policía, que ha tenido que desplazar a efectivos de otros municipios  más prósperos para tratar de atajar las revueltas. Y pedirá la  colaboración ciudadana, pues se harán públicas imágenes de personas  cometiendo delitos, recogidas por los sistemas de videovigilancia, para  que los propios ciudadanos las identifiquen para proceder a su  detención.
La violencia, por tanto, está siendo desmedida, parece fuera de control.  En la BBC podían verse anoche saqueos a manos de adolescentes, riendo,  tomándolo como un juego más. Es complicado entenderlo, incluso, para los  que estamos aquí, para quienes conocemos esta realidad de primera mano.  El plan de ajuste de Cameron es brutal y requiere movilizaciones, pero  no una batalla campal que, además, despliega una violencia sin objetivos  definidos. Es violencia por violencia. 
Y, con todo, la situación en Reino Unido supera de lejos a la española.  ¿Por qué? Porque a pesar de los fuertes recortes emprendidos por la  Administración Cameron, el Estado de Bienestar en este país estaba en  muchos aspectos a años luz del español. Y aún hoy, tras los recortes, lo  sigue estando. El 15M, pues, no tiene nada en común -y así tiene que  seguir siendo- con los autores de las revueltas en Reino Unido. No sólo  el 15M debe seguir dando muestras de su madurez y pacifismo sino que,  además, la clase política, mercados e, incluso, el resto de la sociedad  han de felicitarse porque nuestros jóvenes, en una situación mucho más  dramática que la británica, no caiga en la vorágine violenta.  
 

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