Sonrisas de Bombay

domingo, 21 de agosto de 2011

Resumen de la visita de Benedicto XVI

Acababa de llegar a Madrid después de mucho tiempo. Cuando bajó de su tren en Atocha se encontró con una ciudad más sucia y más empobrecida que la última vez que la vio. Lo primero que le llamó la atención fue la cantidad de pisos en venta y en alquiler que se anunciaban en las ventanas y los balcones, que contrastaba con la cantidad de gente sin techo que se encontró en su primer paseo por el barrio de la Estación.
Vio pasar un joven con una mochila roja y amarilla con una cruz y una corona que caminaba a buen ritmo hacia el norte. El joven le miró y apartó la mirada rápidamente. No era la primera vez que le pasaba, su melena y su barba no parecía gustar a mucha gente. No le dio mayor importancia y decidió seguir a aquel joven que enfilaba el Paseo del Prado, en el que muchos más jóvenes con similares mochilas parecían llevar la misma dirección.
Al llegar a la Plaza de Cibeles se encontró a miles de personas frente a un gran escenario blanco que habían preparado para lo que parecía sería un gran acto religioso en el que estaría presente el máximo Sacerdote del Vaticano.
En lugar de esperar decidió subir por la Calle de Alcalá y dar un paseo por el Centro de Madrid, donde se podía percibir una tensión poco común en esa ciudad desde hace muchos años.
Pasó de largo por Sol y al subir por Montera vio a decenas de mujeres vendiendo su cuerpo que le sonreían a su paso mientras él les devolvía la sonrisa. Parecían llegadas de muchos países, del Este de Europa, de África, también alguna española. Muchas de ellas tenían la mirada de quien ya no tiene nada que perder porque lo ha perdido todo.
Al llegar a la Gran Vía giró a la izquierda y lo primero que se encontró fue a un grupo de subsaharianos vendiendo películas en puestos sin más infraestructura que una manta. Echó un vistazo al repertorio y le tendió la mano a aquel hombre. "¿Qué tal? ¿Cómo os va por aqui?" No le dio tiempo a recibir ninguna respuesta porque aquellos veinte hombres empezaron a recoger las mantas y a salir corriendo al ver a varios policías que se dirigían a ellos.
En pocos segundos los había perdido de vista aunque sólo entonces se percató de la cantidad de policía que había por los alrededores. Por la acera de Gran Vía vio a más indigentes y mendigos, que contrastaban con el poderío de los edificios y las grandes marcas comerciales que se alzaban en aquella calle.
Llegó hasta la Plaza de Callao y bajó por Preciados donde un chico y una chica comentaban que justo ahí había recibido un anciano un navajazo unos días antes. "¿Por qué?", les preguntó. "Por llevar una pancarta contra el despilfarro en la visita del Papa", le contestaron.
Sorprendido bajó hasta la Puerta del Sol, donde el calor sofocante le llevó a la barra de una cafetería. El camarero le puso una cerveza justo en el mismo momento en que alguien encendía el televisor donde estaban hablando sobre la visita de aquel Sacerdote al que tanta gente estaba esperando. En la televisión se veía a aquel hombre rodeado de Reyes, Autoridades y políticos, y enfocaron a un inmenso escenario, mucho más grande del que había visto en Cibeles, pero esta vez en el Aeródromo de Cuatro Vientos. "Un millón de euros dicen que ha costado ese escenario", dijo el camarero. "Y cien millones ha costado la visita", apuntó otro.
Salió de aquel bar y se encontró casi de bruces con los dos jóvenes de Preciados que se unieron a muchos más que portaban carteles contra el alto coste de la visita de aquel Sacerdote. "Ayer aquí nos inflaron a hostias literalmente", le comentó uno. "¿Por qué?", le preguntó. "Por protestar contra el despilfarro".
Pasaban los minutos y cada vez eran más los jóvenes que se unían a aquella protesta. Él había decidido quedarse. Recordó cuando hacia un tiempo en Palestina se enfrentó a los mercaderes que habían ocupado el Templo de Jerusalen y les destrozó los puestos. Aquella vez los guardias ni siquiera intervinieron, pero esta vez se acercaban en fila hacia ellos. Los jóvenes retrocedieron entonces a la fuerza y subieron por carretas hasta la Plaza Jacinto Benavente.
La persecución de los jóvenes por parte de la Policia se extendió toda la noche por toda la ciudad. No llevar aquella mochila roja y amarilla convertía a cualquier joven en sospechoso de ser critico con la costosa visita de aquel Sacerdote que hablaba de radicalismo evangélico y pecado.
Vio como un policia daba un puñetazo una adolescente "porque sí". Vio como entre varios policías apaleaban a un chico en bicicleta. Vio como golpeaban a un joven fotógrafo con una porra en la nuca y perdía el conocimiento. Vio como identificaban a periodistas y los esposaban. Y vio como al cruzar una esquina, volviendo a casa, dos hombres altos vestidos con un uniforme azul le cortaban el paso. "¡Eh tu! Greñudo. Identificación!".
"¿Por qué? ¿Que he hecho?", contestó. "¡Identificación te he dicho!", le contestó con las pupilas dilatadas el más alto.
"Me llamo Jesús".
"Dame el DNI o te meto dos hostias", repitió. "¿Por qué? ¿Qué he hecho?"
Segundos después ya había dado con los huesos en el suelo y había recibido varias patadas y media docena de golpes de porra. Tres minutos después ya había sido subido a un furgón. Aún no se sabe nada de él. Quizá aparezca dentro de tres días.
http://www.larepublica.es/spip.php?article25068

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